Algunos de los liberados están acusados de homicidio y desaparición forzada, y era para que estuvieran guardados a la espera de una condena de 60 años hacia arriba. Sin embargo, están libres o en prisión domiciliaria porque nadie en la Fiscalía General del Estado, empezando por su titular Jorge Winckler Ortiz, supo llenar debidamente las carpetas de investigación.
¿Es mucha ciencia llenar como Dios manda ese documento? No para quien tiene la obligación de hacerlo, me dijo un perito de la misma Fiscalía que me puso un ejemplo: Para escribir una carta de diez líneas o más forzosamente debes utilizar vocales y consonantes. Winckler es tan soberbio que desdeñó las vocales y escribió con puras consonantes. Y así no se puede.
A Jorge Winckler no lo ha podido tumbar ni el gobernador Cuitláhuac García, ni el Secretario de Gobierno Eric Cisneros, ni el Congreso local con diputados de Morena como mayoría.
Pero debe irse.
Y no porque sea hijo putativo de Miguel Ángel Yunes, ni porque votó por el PAN, ni porque trae broncas con los Colectivos, ni por pagadito de sí mismo. Es más, ni siquiera por su manifiesta incapacidad para llevar los asuntos de la Fiscalía; sino porque se le fueron de la cárcel más de una docena de presos que no supo presentar ante un juez.
Con un récord tan vergonzoso, Winckler no es ninguna garantía como abogado de los veracruzanos. ¿O acaso tomarías como tu defensor a un sujeto que ha perdido sus últimos diez, doce o quince casos, lector?
Devaluado, sin credibilidad ante la Opinión Pública, con fama de ser un perdedor como Fiscal, rodeado de enemigos tanto en el Ejecutivo como en el Legislativo y con un rosario de denuncias en su contra por venir ¿a qué se queda?
Jorge Winckler no debe esperar a que ahora sea la raza jarocha la que le exija que se vaya. Por elemental sentido de la vergüenza debe limpiar de objetos personales su oficina, despedirse de sus colaboradores, redactar su renuncia y dejarla sobre el cristal de su escritorio antes de cerrar la puerta.
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