El 24 de marzo, en plena crisis mundial del coronavirus, amanecimos con la mala nueva de la muerte de Albert Uderzo, el dibujante francés, autor de varios personajes de mucho valor emotivo para una gran cantidad de lectores de historietas; Astérix el galo, el más famoso y emblemático de ellos.
Venturosamente, la causa de la muerte no fue por contagio del virus, Uderzo falleció debido a un infarto al miocardio, a los 92 años. Digo venturosamente porque el temor a la muerte causada por ese virus de reciente aparición se hace presente en los rostros de las personas infectadas que he podido ver en Facebook.
De la mano del guionista Goscinny, el dibujo de Uderzo regaló al mundo y al público que gusta del noveno arte una joya que se mantiene vigente no obstante el paso del tiempo. Astérix y Obelix fueron el símbolo de su éxito y la contribución más valiosa al mundo del cómic. El diario El País estimó que se habían vendido 380 millones de ejemplares de Astérix el Galo en ciento once idiomas y dialectos.
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Quizá las nuevas generaciones ya no conocen a los personajes de Uderzo, porque el universo del cómic actual se ha poblado de superhéroes que la industria cinematográfica, más que la editorial, se ha encargado de colocar en el gusto de los jóvenes.
Goscinny y Uderzo, en cambio, dieron su obra a una Europa de la posguerra, ávida de dejar a un lado las pesadillas de dos guerras que la devastaron. El diario español cita al propio Uderzo que narra en un libro su historia como dibujante, refiriéndose a Goscinny y a él mismo: “Yo tengo 24 años, él 25 y queremos rehacer el mundo con toda la inconsciencia y toda la audacia de nuestra juventud”. Y lo hicieron, Astérix, que comenzó a publicarse en 1959, se ubica en el año 50 a.c., en una aldea gala, la única que no ha sido conquistada por el imperio romano, a pesar de estar rodeada por cuatro campamentos fortificados de Julio César. La aldea irreductible tiene una poción mágica, preparada por el druida Panoramix, que da a sus habitantes una fuerza sobrehumana que les permite resistir al invasor. A lo largo de las historias se van regando hilarantes referencias a los estereotipos de diferentes países salpicadas de insertos históricos actuales, como la aparición de Los Beatles, Sean Connery o Lutecia (el actual París) como centro de la moda, la gran urbe, el tráfico y el consumismo.
El contexto en que aparece Astérix puede explicar su enorme éxito, tanto popular como económico, pues se trata de la historieta francesa más conocida en el mundo. No sólo era un mundo en reconstrucción, sino el escenario del sistema capitalista en auge para demostrar su superioridad frente al monstruo del socialismo, aunque para ello el sistema echara mano del dispendio; el juego no siempre limpio entre el poder político y el económico; la información confidencial; la obtenida por el espionaje; los favoritismos hacia los que reverenciaban el poderío capitalista, el progreso entendido como la capacidad de asesinar más seres humanos con mejores armas convencionales, químicas, atómicas, biológicas o nucleares; los privilegios y todo el deterioro social en el que se tradujo el desarrollo capitalista, con una careta de respetabilidad, decencia y legalidad.
La función social de las historietas se ha estudiado, pero es posible que no esté todavía lo suficientemente valorada. La sencillez de su decodificación garantiza una penetración muy amplia en diversas capas sociales, de ahí la influencia que actualmente tienen en la cinematografía las historias de superhéroes que aparecieron primero en revistas o libros de historietas.
Hoy podríamos preguntarnos si todavía son válidas las historias que hablan de valores como el patriotismo, la honestidad, la lealtad y la solidaridad o si, a la vista de la crisis actual, eso valores no sólo han perdido vigencia sino que pertenecen a una cultura que ya no es factible, donde hablar de una moral social u organizacional no sólo es inadmisible sino inocente.
Recordar en estos días la obra que nos dejaron René Goscinny y Albert Uderzo nos viene de lo mejor. La crisis mundial por la que atraviesa el planeta, como toda crisis, hace surgir lo mejor y lo peor del ser humano. Las muestras de ayuda y solidaridad se dan a la par de la codicia e inmoralidad de quienes se aprovechan de la situación.
Cuando Uderzo admitió hace tres o cuatro años que ya no tenía facultades para dibujar, dejó a Astérix en manos de Jean-Yves Ferri y Didier Conrad, pero no lo abandonó. En un libro publicado en 1917, Astérix en Italia, que todavía contó con la supervisión de Uderzo, se profetizó la presencia de un villano llamado Coronavirus que al final es vencido por Astérix y su inseparable Óbelix. Así de visionario es el arte.
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