Eso de ver “trenes aéreos”; mandar a los periodistas a preguntar a su abuela Manuela Durán, bajo tierra, sobre la parentela para comprobar si hay o no nepotismo en su entorno o invitar a la playa a la ciudadanía en grupos de 30 por la pandemia de Covid-19, preocupa.
Devolver el dinero público para pedir prestado no es de gente sana.
Y esa obsesión, esa enfermiza necedad de acusar a Yunes y Winckler de todos los males de su gobierno, como que es tema de psiquiatría.
Ello al igual que escoger a una Fiscal General, Verónica Hernández Giadans, ligada familiarmente a los Zetas, para atender los problemas de la procuración de justicia o permitir que un violador, Manuel Huerta, sea el benefactor social de las familias veracruzanas.
Todo ello sin contar los pasajes hilarantes de su improvisada vida.
Todavía se recuerda ese lapsus en Martínez de la Torre, cuando a grito pelado un alebrestado Cuitláhuac llamó “bodoque” al hijo de Andrés Manuel López Obrador.
“Ahí anda el hijo, el bodoque de Andrés…”, dijo García Jiménez, quien al percatarse de su error y los abucheos de la gente tuvo que rectificar en medio de la burla generalizada.
Algo no le funciona bien en su azotea.
Ese video de la famosa “lombricomposta” en donde aparece explicando como salvarse de la crisis económica mediante los huertos familiares fue de risa loca.
¿Y los sabadabas o la escasa higiene al mostrarse comiendo tacos de tripa gorda?
Irse los fines de semana a chapear camellones preocupa, al igual que esos “productivos” fines de semana en los que decide hacerla de pintor de brocha gorda, nada propio de quien gobierna a casi ocho millones de veracruzanos y dispone para hacerlo de casi 130 mil millones de pesos.
Preocupa a no pocos veracruzanos la salud mental de quien nos gobierna.
Preocupa, desde luego que tenga al taibolero, Zenyazen Escobar, en la máxima responsabilidad de encabezar desde la Secretaría de Educación el destino de millones de niños y adolescentes. Alarma que un corrupto como el Secretario de Salud, Roberto Ramos Alor no pueda comprobar mas de 900 millones de pesos y tenga en sus oficinas a mil 40 aviadores y ¿Qué sano puede ser que su segundo, Eric Cisneros sea un peleador de cantina que lo único que desencadena son crímenes arteros y crispación ciudadana?
Y si en su último informe ha dicho voz en cuello que “su ineptitud es por no saber robar… ¡lo siento, no sabemos robar!”, hay que tener cuidado porque si ahora que no saben robar no encuentran 2 mil millones que la Auditoría Superior de la Federación demanda ni los 450 millones que perdió el DIF y las transas en SIOP, SEV y SESVER… ¡Cuidado! porque cuando aprendan esto va a ser la locura.
Y no se trata de comparar quién es peor, si el de Morelos, Cuauhtémoc Blanco o el de Puebla, Miguel Barbosa, cada quien con su loquito, de lo que se trata es apartarlo del daño social que el nuestro está provocando a millones de veracruzanos vía Revocación del Mandato o licencia al cargo.
Lo de Cuitláhuac no es un simple dolor de cabeza.
Es una enfermedad contagiosa que está llevando al paroxismo de la corrupción a sus colaboradores temerosos de que en cualquier momento todo esto se acabe.
Por eso están en pleno “Año de Hidalgo” en donde que chingue a su madre el que deje algo.
Tiempo al tiempo.
*El autor es Premio Nacional de Periodismo |