Enterarse que Camelia Luque, una madre sinaloense que vende un riñón al mejor postor, para salvar la vida de su hijo no solo es conmovedor es una vergüenza nacional.
Este y otros casos extremos no son únicos.
Miles que acuden al IMSS o al ISSSTE, son echados en brazos de clínicas privadas casualmente propiedad de empleados de esas mismas instituciones públicas, por falta de recursos de operación.
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