Sin embargo, no dejó de señalar las diferencias entre esta campaña y la suya del año pasado, cuando —como ella recordó— fue blanco de ataques, calumnias e insultos. Hoy, lamentó, hay quienes han optado por campañas que siembran miedo y confusión, alimentando la zozobra en lugar del debate. Pero confía, dice, en que el pueblo sabrá distinguir y tomará la decisión correcta. No pide un voto por un partido ni por una ideología, sino un ejercicio de soberanía, algo que confirma su altura de mira.
Lo verdaderamente destacable es la manera en que Rocío Nahle asume su papel como jefa del Ejecutivo. Con mesura, firmeza y diplomacia de Estado, ha decidido mantenerse al margen de los forcejeos partidistas.
Esta conducta, como ella misma señala, es parte del nuevo paradigma que impulsa la llamada transformación nacional. Una transformación que, en el caso veracruzano, también se manifiesta en el impulso a mecanismos de participación como la elección de jueces y magistrados, alejándose de viejas prácticas de imposición.
En lugar de alentar boicots o sabotajes —como tristemente ha sido común en otras etapas y en esta, donde un selecto grupo de notables o no tanto invitan a no ejercer un derecho constitucional en su afán de mantener el “statu quo” de las cosas— la gobernadora invita a construir, a fortalecer las instituciones desde la participación ciudadana.
En estos tiempos de definiciones, su mensaje destaca por su sensatez y por su confianza en la voluntad popular. Que sea el pueblo quien decida, y que todos respeten el veredicto de las urnas. Así debe ser. Así empieza el verdadero cambio, así se construye un nuevo Estado, así es como Veracruz esta de moda.
Al tiempo.
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