Hoy me persigne con Pío. Hoy mandé pozole. Hoy juré lealtad. Hoy toca violar. Porque puedo, porque me gusta violar y a ellas ser violadas.
Veo la foto de mi líder saludando, humildemente, a la mamá del Chapo, -don Joaquín le dice por respeto-, ¡cuánta vehemencia! Y todo lo hace por nosotros, sus adeptos e incondicionales que somos simples mortales y tenemos pequeñas debilidades, como robar, abusar, vejar, violar. También nos gusta gobernar.
Seguiremos mochándonos. Continuaremos complaciendo. Permaneceremos fieles. Apoyaremos al proyecto transformador, ese que señala con dedo flamígero las fallas ajenas y con mano de seda las propias. Idolatro a nuestro prohombre que ve con malos ojos el progreso y bendice la pobreza porque, sin duda, de los pobres es el reino del Señor. Pero este reino llamado México, es nuestro. Alabado. Alabado.
Hoy toca violar, mañana gobernar. Violemos pues, que mañana gobernaremos.
¡Gracias Andrés, gracias por haber llegado al mundo a salvarnos de la mediocridad de los hombres rectos!
¿Te gustó el pozole guerrerense? ¿Te bastó mi diezmo? ¿Te cuento cómo violé hoy? ¡Te bendigo siempre! Cuatro letras, una religión.
Yo te daré, amado líder, “hijos de raptos y violación, de tratos infames, de engaños, de enemigos con enemigos”(*). Yo te daré, querido Andrés, incondicionales de sangre, de muerte, de ignominiosa servidumbre ajena al raciocinio.
Y mañana volveré a violar. Mañana otro guiso a Palacio. Mañana más dinero a Pío. Mañana a gobernar.
Y yo fundaré tu Iglesia. Gobierna y predica que yo, tu amado hijo, seguiré tu obra.
* García Márquez. Doce cuentos peregrinos.
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