Sin decir agua va, la luz se iba, por decir, un lunes a las 11 de la mañana y no regresaba sino hasta la madrugada siguiente.
Vean qué desgracia, los ciudadanos nos perdíamos la oportunidad de escuchar a AMLO en la mañanera, despotricando en contra de los periodistas que critican su gobierno, o de disfrutar los sabios discursos del gobernador Cuitláhuac, que cuando habla parece que está bailando, y viceversa.
Bueno, ya en serio, muchas amas y amos de casa vieron cómo se les echaban a perder sus sagrados alimentos, y muchas nenas bonitas cómo se les descomponía el maquillaje por la falta de aire acondicionado.
La Comisión Federal de Electricidad, ésa que quiere controlar la producción y venta de energía eléctrica en todo el país, ha sido lenta en arreglar el problema, y más lenta aún en explicarlo.
Lo que no quieren decir es que el sistema de distribución está cada día en peores condiciones por la falta de mantenimiento. La austeridad se llevó los presupuestos para dar limpieza a los transformadores, y en un ambiente salitroso como el de Veracruz están tronando en cadena.
Los voceros de la CFE han callado porque saben que lo que digan va a enojar al Presidente de la República si es verdad, o al pueblo bueno y honrado si es mentira.
Entre que sí y que no, el lunes por la noche el apagón dejó a la mitad del Puerto a oscuras y sin refrigeración.
Y aparte las penumbras son propicias para que los delincuentes hagan su pernicioso trabajo.
Se sabe que en muchas calles y colonias en donde los vecinos están organizados, grupos de ciudadanos capturaron a delincuentes mientras trataban de saquear alguna casa sola.
La policía una vez más hizo mutis, y algunas patrullas llegaron mucho tiempo después solamente para llevarse a los criminales ya detenidos por los vecinos.
Así como el servicio de energía eléctrica, todos los sistemas de la administración pública están fallando por la falta de un adecuado mantenimiento y de personal directivo que tenga experiencia y conocimiento.
Los seguidores de Morena que dejaron las manifestaciones callejeras para alojarse en las oficinas públicas como jefes han dejado caer la calidad de los servicios de salud, de educación, de seguridad, de apoyo a la economía y al empleo, de construcción de infraestructura indispensable.
Mientras el jefe está distraído peleándose con los periodistas y con los países, la administración nacional hace agua por debajo del nivel de flotación.
La nave se está hundiendo, y no lo quieren ver.
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