“Se ha promovido mucho la idea de que los musulmanes árabes son fanáticos que traen una bomba bajo el brazo y que la hacen estallar por el menor motivo. No es así. Nosotros predicamos la concordia y la bondad entre los hombres”, dice convencido.
Tiene además un excelente sentido del humor y desgrana anécdotas inofensivas mientras pasa la afilada navaja por el cuello, para destazar la barba incipiente.
“Hace un tiempo que le corto el pelo a un joven adinerado. Llega en un vehículo importado y se viste con mucha elegancia. Siempre deja una generosa propina que llega a triplicar el costo del corte de pelo.
“La semana pasada me dijo que vendría su padre a que le arreglara el cabello, y llegó el señor. Venía en un vehículo todavía más fastuoso, se sentó en el sillón y yo empecé a trabajar, de acuerdo a como me lo pidió.
“Terminé de hacerle el corte, se vio al espejo y se mostró satisfecho. Me preguntó cuánto era y yo le dije que cien pesos, que es lo que cobro regularmente. Sacó del bolsillo un billete de 50 pesos y luego unas monedas que fue contando hasta que logró completar el total solicitado.
“Yo no pude dejar de comentarle que se me hacía raro que contara tanto los centavos, porque su hijo era bastante pródigo y hasta dejaba una jugosa propina. El señor me volteó a ver y me dijo:
“—En efecto, mi hijo da muy buenas propinas, y eso es algo que él puede hacer porque tiene un padre rico… pero yo trabajo arduamente desde muy niño y como tuve padres muy pobres, ¡no me puedo dar esos lujos!”
En fin, va el comercial para este estilista que en la Avenida Maestros Veracruzanos de Xalapa, casi llegando a Lázaro Cárdenas, ofrece sus servicios incomparables de sapiencia cotidiana, y además corta muy bien el cabello.
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