López Obrador tomó riesgos (y lo supo perfectamente), desde el momento en el cual permitió a Pablo Gómez utilizar la conferencia matutina para presentar la denuncia contra Peña. Minutos después, el mexiquense no daba crédito, pues nada de esto se había contemplado en el “script de acuerdos”, como ha ocurrido antes.
El pacto nunca contempló “denuncias sorpresas” o un “ábrase en caso de emergencia”; el pacto abarcaba las acusaciones grupales (o indirectas) de Lozoya, pero nunca señalamientos que recayeran en sus familiares, amigos o en su nombre como autor intelectual.
“Entre gitanos no se leen las manos”, dijeron desde España, y reiteraron el desconcierto de Peña con AMLO a pesar de la comunicación que sostuvieron “para aclarar el mal entendido”. No fue suficiente la justificación del tabasqueño y ello provocó, prácticamente de inmediato, una revisión de cuál video podría salir a la luz en las próximas semanas o meses.
La “cortesía” de AMLO por aclararle a EPN los términos reales de la denuncia de la UIF no surtieron el efecto deseado, más aún porque amigos y familiares del mexiquense le reclamaron la “mallugada” a su imagen, (y lo que conlleva para el apellido).
La razón por la cual el presidente se dedicó a suavizar lo dicho por Pablo Gómez el mismo día del anuncio (y una mañanera después), fue con la intención de preparar el campo para una posterior comunicación con Peña. El cálculo le salió mal a AMLO, tomó riesgos de más y es probable que (en el corto o mediano plazo), liberen algún video desde España.
López Obrador y Peña Nieto tienen poderosas armas y pueden dañarse de igual manera. ¿Optarán por echar a andar la carnicería y el intercambio? Ya veremos.
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