Sin embargo, hasta hoy, la estrategia de abrazos, no balazos, ha derramado mucha sangre y generado humillaciones en agravio de los otrora gallardos y orgullosos militares.
Analistas y personas malpensadas sugieren que el fondo del empoderamiento de las fuerzas armadas no es para luchar contra el hampa, sino una audaz estratagema obradorista para perpetuarse en el poder, porque con el apoyo militar podría inclinar a su favor las elecciones del 2024 imponiendo un candidato afín o maniobrando para ampliar el período presidencial.
El pueblo quedaría entrampado a dos fuegos, entre las armas de los criminales y las de los militares.
Nadie en su sano juicio desea un régimen castrense ni un gobierno arrodillado ante los cárteles.
Es inaudito el afán de mantener al ejército en las calles hasta el 2028 al margen de la Constitución si no se han logrado resultados satisfactorios en materia de seguridad pública.
No querrán los militares regresar tan fácilmente a los cuarteles y ni AMLO ni nadie los controlará después de haber probado las mieles del poder. Incluso aunque la Constitución establezca que los debe encabezar un civil, terminarán por mandar ellos, los militares.
Son evidentes las ominosas señales de una inminente militarización. ¡Aguas!
SIN ALIANZA, NO HAY GUBERNATURA
Cambio de tema. Hasta el momento los momios van parejos entre los Yunes azules y los Yunes rojos. Quizá aparezcan otros aspirantes de aquí al 2024 pero con remotas probabilidades de alcanzar la candidatura.
Si los partidos opositores a la CuatroTé no van en alianza, volverán a perder la gubernatura.
Por Morena, llevan la ventaja Rocío Nahle García y Sergio Gutiérrez Luna, seguidos por Ricardo Ahued Bardahuil. |