Y por último, cómo el departamento de edición de la DME-SEP diseñó e hizo las maquetas, que fueron revisadas concienzudamente por el equipo de trabajo que yo coordiné, junto con una acuciosa revisión sintáctica y ortográfica. De ahí, la Conaliteg se encargó de imprimir el libro y distribuirlo para que fuera usado por primera vez en el ciclo escolar 1999-2000.
A lo que voy es que para hacer un libro de texto de acuerdo con lo impuesto por la Ley General de Educación y varias normas paralelas hay que seguir un proceso específico con pasos que son ineludibles. Ésa es la razón por la que los libros de texto que se han utilizado hasta ahora tienen un rigor académico y editorial que les abona una alta calidad reconocida internacionalmente. Y además se ajustan estrictamente a las necesidades didácticas de la educación popular en México.
No me explico entonces cómo es que el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador decidió saltarse todas las reglas y se puso a hacer libros a mansalva, mal escritos y con una fuerte carga ideológica en favor de la Cuarta Transformación.
Los maestros de México confiaban en los contenidos de sus libros de texto porque sabían que estaban hechos de acuerdo con lineamientos científicos y pedagógicos muy trabajados.
He ahí por qué el rechazo a los nuevos libros hechos al vapor y que le dan al traste a una larga tradición de excelentes obras que sirvieron para formar académicamente a muchas generaciones de mexicanos.
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