Pero las gentes no cooptadas por el cuitlahuismo fueron llegando al mitin de Xalapa, desde donde verían en pantallas el cierre nacional en la Arena de la Ciudad de México. Ahí en el barrio mágico había varios cientos de personas que no fueron compradas ni amenazadas porque -como debe ser- no hubo dineros públicos ni autoridades que mal usaran su poder para amedrentar.
Los grupos que apoyan a Marcelo en Veracruz, las “expresiones”, como ellos les llaman, tuvieron la buena idea de traer productos regionales desde sus lugares de origen y así mientras esperaban que llegara la señal del cierre nacional pudieron ir disfrutando las enmoladas de Xico, las garnachas de Rinconada, el zacahuil de Tepetzintla, las canillas de la Parroquia, los dulces de Chachalacas, el café de Huatusco, las nieves de Lerdo.
Y junto con ellas la alegría ensordecedora de la batucada que siempre ha estado en todos los eventos partidistas de donde sean (menos por unos años cuando Ranulfo Márquez fue presidente estatal del PRI y las prohibió en sus eventos, para bien de los oídos). Y junto a los sagrados y sabrosos alimentos estaban igualmente la música y los sones y las ocurrencias del jarocho decimero.
Era la pura alegría acá en Xallitic, mientras en el Velódromo la gente también escuchaba la buena música de Sonex y del otrora entusiasta fidelista Brayan, pero sentía cómo le chillaban las tripas porque esta vez no hubo lonche ni jugo frutsi.
Están culminando los cierres de las corcholatas y lo que sigue es esperar al 6 de septiembre, cuando los morenistas sabrán qué encuesta fue la definitiva, si la del pueblo o la del Patriarca.
Pero Marcelo sigue en el corazón y la razón de los morenistas.
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