Habrá corrido mucha agua bajo los puentes y sobre la paciencia de los mexicanos cuando estemos otra vez con la monserga de las elecciones, con los gritos y pataleos, con el desprecio a las leyes que sustentan la democracia.
Los militantes del partido oficial querrán convertirse en candidatos del partido oficial y para ello acelerarán las luchas en contra de sus correligionarios, ubicados como siempre en las tribus encontradas que la izquierda hace nacer por generación espontánea en todos los lugares en los que domina, y en los que no también.
En 27 y desde 2026 las contiendas internas estarán en su máxima expresión, encarnizadas, voraces. Todos contra todos, los morenistas lucharán por los despojos de una curul federal, de una local, de una alcaldía o una sindicatura o una regiduría. Lo cosa es estar dentro del presupuesto -gozarlo intensamente-, como recomendaba el Tlacuache Garizurieta.
Pero este domingo pasado ya no hubo las grandes marchas de la primavera que Xóchitl nos trajo a los hijos de la patria bendita. Es natural. Los ciudadanos, ya lo dije, están desilusionados, desalentados, espantados.
Pero esa marcha escasa es la marca de la derrota que se niega a seguirlo siendo; es la flama de la democracia que permanece encendida y que en un momento volverá a llamear intensamente, como lo hizo durante las grandes concentraciones en favor de la legalidad, en contra de la violencia y la corrupción.
Al Patriarca le quedan 59 días en el puesto. Los va a querer aprovechar al máximo; exprimirá hasta la última gota del poder que le otorgó el pueblo y que mal usó. Cada día que pasa son menos los que lo escuchan, los que lo atienden, los que lo siguen.
NO son pocos los que avizoran que, por fortuna, Claudia Sheinbaum conoce muy bien la historia del presidente Lázaro Cárdenas del Río.
Ojalá…
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