En el ámbito municipal, que es donde se ejerce la autoridad más cercana, se proyectan diáfanamente las lacras más sórdidas de las almas perdidas, que son tantas. De ahí que en las elecciones para determinar las cabezas de los ayuntamientos es donde se revelan los odios más exacerbados y las peores pasiones. Es en la pugna por la autoridad más cercana y próxima en donde hay luchas con muertos, en donde hermanos se pelean contra hermanos y padres contra hijos y esposas contra esposos.
Y en esa estamos. En Veracruz hay 212 batallas enconadas dentro de cada uno de los partidos por alcanzar las candidaturas y dentro de cada uno de los pueblos y/o ciudades por conquistar el poder municipal.
Es un pleito sin cuartel en el que todos piensan que tienen la razón; para el que no hay reglas que valgan; sin decencia y sin honor.
Todos contra todos es la consigna que permea en las plazas públicas, en los corrillos, en las casas antes santas y serenas. Es un apocalipsis anticipado que se repite cada cuatro años y enseña lo peor de cada quien; un apocalipsis que hace trabajar a tantos sin remedio, gastar lo poco o lo mucho que tienen sin ningún resultado, enojarse para siempre con los que antes fueron amigos o vecinos o aliados.
Unos ganarán y otros perderán. Algunos que pierdan arrebatarán. Otros perderán la vida o la hacienda…pero todo seguirá igual, porque cambiarán los nombres y no las mañas, las leyes y no las transas. Lo que seguirá igual será el derroche de los recursos púbicos, que una vez más se perderán en malas ocurrencias y corruptelas.
Será el acabóse, no se diga más.
Pero habrá algunos que serán buenos alcaldes -ya los hemos tenido- y en algo mejorarán la vida de todos.
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