Por eso Rubio declaró que “ningún gobierno estaba cooperando más con EU que el de Sheinbaum”, pues no sólo era la manera de brindar una “probadita” de lo que “pudiera” venir, sino de lo que “pudiera” dejar de pasar si no se obsequiaban cuentas claras en el tema del fentanilo.
Y como en EU suponen que México no cumplirá la tarea de la manera que Trump quiere (y aunque se lograra no lo aceptarían), pretenden empujar un acuerdo militar de colaboración que permita a los gringos, de manera contundente, efectuar acciones directas contra cárteles del narcotráfico en conjunto con México.
Fue cierto y notorio que el gobierno de López Obrador sostuvo constantes diferencias con la DEA, mientras que Sheinbaum y García Harfuch lograron mejorar la relación de manera sustancial, siempre bajo la sombra o amenaza de una lluvia arancelaria para México.
Y así, con el constante amago de aranceles por parte de Trump, la presidenta Sheinbaum ha buscado la manera de mostrarse fuerte ante sus gobernados, pero accesible ante las peticiones de un Trump que cada día está más cerca del enfrentamiento, pero más lejos del afán conciliador.
Trump no podría negociar con otro Trump, por mucha afinidad de ideas que existiera, pues acabaría buscando acabar con su propia creación… o traicionándola.
Veremos qué ocurre, y si de verdad ocurre.
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