Y pasó lo que todos previeron: la obra se hizo a tambor batiente con el fin de terminarla antes de que Cuitláhuac entregara la gubernatura, pero lo único que se logró es que se hiciera mal, con fuertes cuestionamientos de expertos sobre la calidad constructiva, con presupuestos crecidos de manera exponencial y con retrasos explicables sólo por la falta de experiencia de las empresas contratadas para la edificación.
Sirvió, sí, dice la conseja popular, para que los funcionarios del pasado sexenio terminaran de llenarse sus bolsillos particulares con esa especie de bono de salida que se otorgaron fuera de toda ley.
Y con el absurdo Nido del Halcón de Xalapa sucedió lo mismo. De pronto se le ocurrió al hijo del profe Atanasio hacer un gimnasio para eventos deportivos en una zona alejada de Xalapa, lo que es una obra totalmente innecesaria que fue autorizada y adjudicada de manera sospechosamente rápida, y que tampoco pudo ser terminada antes del primero de diciembre de 2024.
Y ahí sigue el nido inacabado, a la espera de que la administración actual termine de resolver el intríngulis presupuestal que le dejaron, con una edificación hecha a medias y sin recursos etiquetados para culminar la obra.
Sirvió solamente para lo que sirvió -dijera López Gatell-, que fue completar el último latrocinio de un Gobierno que se definió por su falta de honorabilidad, inversamente proporcional a los elogios de AMLO, que ni la burla perdonó y se la pasó calificando a Cuitláhuac como un hombre honesto y como una bendición para los veracruzanos.
Pronto habrá noticias sobre estas dos obras de relumbrón que solamente afectaron el presupuesto que pudo ser utilizado para mejores fines.
Como el auxilio a los damnificados del norte…
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