¿Qué pensará hoy Arturo Bermúdez Zurita por haber aceptado, en su momento, el cargo de Secretario de Seguridad Pública de Veracruz? ¿Volvería a hacerlo independientemente de su accidentada salida del cargo? ¿Lo pondría en su currículum después de haber vivido las peores circunstancias estatales y nacionales de inseguridad? ¿Habrá aceptado relevar el Mayor José Nabor Nava con gusto o porque no le quedaba otra opción?
¿Optaría de nueva cuenta Flavino Ríos Alvarado por aceptar la Secretaría de Gobierno en la recta final del sexenio Duartista? ¿Lo haría también el Contralor Ricardo García Guzmán? Si tuvieran una máquina del tiempo y recibieran de nuevo la invitación, conociendo las condiciones actuales, ¿la tomarían sin darle dos "pensadas" más al tema? Ambos trabajaron con Don Miguel Alemán Velazco y le entregaron buenas cuentas.
¿Pensaría Juan Antonio Nemi Dib en hacerse cargo de la Secretaría de Salud si supiera las condiciones en que acabaría su gestión? ¿Habría dejado el Doctor Benítez Obeso su actividad en el Centro de Especialidades Médicas para ocuparse de la salud pública estatal, si supiera que no tendría dinero para pagar las nóminas?
¿Cuántos de los actuales Secretarios de Despacho, quizá Subsecretarios y hasta Directores Generales, habrían preferido no figurar en este momento histórico veracruzano? ¿Cuántos sin problema alguno levantarán la frente orgullosos de su papel público del 2010 al 2016? ¿Cuántos se atreverán a renegar de su pasado, como varios alemanes lo hicieron, cuando el imperio Nazi sucumbió ante los aliados?
Por lo regular, los últimos 6 meses de un Gobierno suelen ser de "estampida". Es el clásico periodo donde los que se mostraron íntimos del "uno" se alejan, atreviéndose incluso, de manera desfachatada, a negar su amistad con el "saliente". Los que se queden hasta al final con Javier Duarte, incluso para las fotos o momentos incómodos, deberían ser sus auténticos amigos, a menos que no les quede de otra. Así es la política: una cucharada dulce, por cinco amargas.
|