Tras la elección estadunidense que dio el triunfo a Donald Trump, las reacciones de sorpresa y desaliento en todo el mundo no se hicieron esperar. Lo que empezó siendo una broma, el martes 8 de noviembre se convirtió en una realidad de potencial peligro para el mundo. El carácter volátil y obstinado del magnate que le ha permitido ganar y perder en los negocios, no es aplicable a la alta política nacional e internacional, en donde una decisión equivocada puede significar muerte y destrucción a niveles inmanejables.
Con todo, la reacción de su contendiente Hillary Clinton y del presidente Obama, fue de absoluto respeto a los resultados de las urnas, expresando su mayor disposición para llevar a cabo una transición de gobierno pacífica en beneficio de la democracia y de la ciudadanía de ese país. Una diferencia diametralmente distinta a la que hemos vivido en México en las dos últimas elecciones presidenciales y en múltiples estatales y municipales, en donde los perdedores se inconforman con los resultados aún a sabiendas de que son legales, descalificando el triunfo de los adversarios; creando situaciones de caos para judicializar la elección, y en el proceso, negociando beneficios para desactivar la polarización. Estamos familiarizados con estas reacciones, lo que no significa que debamos seguirlas tolerando.
Esto viene a colación, ante la inminente toma de posesión como gobernador de Veracruz de Miguel Angel Yunes Linares el próximo primero de diciembre. Un triunfo que era previsible para muchos, dada la escandalosa y cínica zaga de corrupción cometida por los dos gobiernos anteriores en contra de la entidad y de la población veracruzana. Un periodo de transición que se ha hecho eterno para los veracruzanos, habida cuenta del clima de polarización y dolo, que hasta el último momento de su gestión, llevo a cabo el corrupto bandido, hoy prófugo de la justicia, que fungió durante seis años como gobernador de nuestro Estado. Una responsabilidad, por cierto, que nunca asumió a cabalidad, ocupado en saquear las arcas estatales, con el apoyo de una red de cómplices que hoy, o se han fugado o ven pasar tranquilamente la acción de la justicia, desde la inmunidad de sus curules en San Lázaro.
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Pero esto que describo, ya lo sabemos bien los veracruzanos, lo que no ha quedado suficientemente claro, es la dinámica por la cual llegamos a esta devastación de la entidad, que costará mucho tiempo y esfuerzos coordinados revertir.
Mi molestia es con la interpretación “a modo” de algunos columnistas, que señalan que el origen de todo lo malo que estamos viviendo, es la añeja confrontación entre Fidel Herrera Beltrán y Miguel Angel Yunes Linares. Nada más equivocado. Una cosa es la diferencia entre los políticos, que no solo en Veracruz, sino en todas partes de México y del mundo, se produce con relativa frecuencia, y otra cosa muy distinta es la descarada corrupción que llevaron a cabo los gobiernos de Fidel Herrera y Javier Duarte en nuestro Estado. Pretender atribuir a la confrontación entre dos políticos el pavoroso vacío de poder, y la enorme desconfianza de la ciudadanía veracruzana ante la clase gobernante, incluidos los diputados locales y federales “a modo”; desconfianza que se ha extendido a las leyes y a las instituciones, es querer minimizar la responsabilidad de los dos delincuentes que fungieron como gobernadores de Veracruz durante los últimos doce años.
Ver lo positivo que ocurre en otras partes del mundo cuando se hace política; valorar el respeto de la clase política hacia el voto ciudadano, y la altura de miras que impera por sobre la pequeñez personal, es un ejercicio aleccionador que beneficia al ciudadano de “a pie” pero también a los políticos y funcionarios gubernamentales, y también a algunos columnistas y comunicadores, que no han podido o no han querido salir de la aldea. La zona de confort del ámbito local, no debe ser tal, si no atiende a la legalidad y no busca el beneficio de la comunidad.
Consentir el resabio nostálgico de un mundo de abuso y ventaja, por el mero hecho de que hayamos sido beneficiarios coyunturales de ese acontecer, equivale a quedarse recostado para siempre en el árbol de la noche triste. La era de los dos salteadores de arcas públicas y sus familiares y amigos de rapiña, ya se acabó, para fortuna de los veracruzanos. De nada vale que columnas contratadas pretendan revivirlos.
Más allá de colores y siglas partidistas, la sociedad veracruzana se ha beneficiado con la alternancia, por el mero hecho de que se ha roto el círculo perverso y corrupto de heredar a los cómplices lo público, para seguir influyendo, para seguir cometiendo ilícitos, para seguir considerando a la ciudadanía participativa como una piedra en el zapato de los gobiernos corruptos.
Pensar global y actuar local es una de las muchas formas, de adaptar lo bueno que ocurre afuera a nuestra vida diaria. Empezar por ser mejores nosotros mismos, para con el ejemplo invitar a la colectividad. Por lo pronto, debemos alegrarnos del final del flagelo salteador que sangro al Estado y sumarnos en un quehacer colectivo con el gobierno entrante, que de fuerza y legitimidad a las tareas públicas que pronto iniciaran. El nuevo gobierno necesita a la gente y los veracruzanos necesitamos que nuestro Estado por fin tenga gobierno.
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