La competencia salvaje que ha acompañado a la evolución del sistema capitalista se puede observar en la extraordinaria especialización de la mercadotecnia y la publicidad para lograr que ciertos productos logren posicionarse exitosamente entre los consumidores, generando asociaciones positivas hacia el producto, sus atributos y la marca o creando nuevas “necesidades”. Esto ha hecho que los servicios publicitarios se vuelvan imprescindibles, cuanto más superflua es la mercancía que intentan vender, y que hayan adquirido un elevado status social y económico, según el éxito que generan para sus clientes.
En este proceso, que se convierte básicamente en una guerra de creatividad para influir en el gusto de los diversos públicos, podemos advertir cómo el fin de vender puede echar mano de lo que sea, incluso de aquello que antes era contrario al espíritu capitalista.
En ese género, me llama la atención el éxito de ciertas marcas que antes de estar asociadas a los productos a los que ahora dan nombre eran denominaciones de ideas o hechos referidos a ciertos anhelos sociales. Revolution, lo que solía ser un objetivo para cambiar situaciones injustas o derrocar a gobernantes abusivos es hoy una exclusiva marca de ropa.
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Existe en Francia una firma de ropa y accesorios masculinos llamada Commune de Paris que aparenta rendir homenaje a la insurrección parisina de 1871, pero está muy lejos de la revuelta que llevó a constituir un gobierno de autogestión, pues una camisa baratita cuesta aproximadamente dos mil 500 pesos pero las puede haber de tres mil o tres mil quinientos pesos, sin incluir el viaje ni el envío, pues se trata de una marca no disponible en México.
También se vende una línea de ropa para jóvenes llamada True Religion, pero a juzgar por los precios de los productos, la única verdadera religión es el consumismo, ya que unos pantalones de mezclilla, jeans para no estar demodé, pueden alcanzar un precio de 13 mil pesos; si se aprovechó la venta especial de invierno quizá los consiga en cuatro mil o cinco mil pesos, mientras que una playerita, que sólo se distingue de las que regala el PRI por el logotipo y el nombre de la marca, puede alcanzar la friolera de más de dos mil pesos. De esta marca no sólo me sorprende el nombre sino me estremece que tenga compradores, pero son más de los que puedo imaginar, porque se ha convertido en esos artículos que los mercadólogos llaman aspiracionales, porque su inaccesibilidad los hace más deseados.
Y, del mismo, modo, otras ideas que antes eran respetables, hoy no son más que marcas de artículos como Free People o Sentido Común. Entró en la competencia y se ganó un lugar también la palabra teoría (Theory) y hasta nombres de disciplinas que eran propias de personas contestatarias como Anthropology, que también es marca de ropa, o Philosophy de productos de belleza.
No es gratuito que Estados Unidos haya sido el líder del mundo capitalista cuando había un bloque socialista que le hacía frente y que hoy continúe como la mayor potencia económica. Nuestros vecinos del norte venden hasta sus desgracias. El pueblo de Álamo vive del recuerdo histórico de la invasión de Pancho Villa; esa aparente afrenta política le da un lugar en el mapa y lo aprovecha al máximo. En la zona neoyorquina donde estaban las Torres Gemelas hay un pequeño museo en memoria de las personas fallecidas en el atentado terrorista de 2001; no dejó de parecerme un poco siniestro que vendan muchos recuerdos de ese hecho sangriento: gorras, pulseras, imanes y llaveros, entre otras cosas.
Invadido del espíritu capitalista, el gobierno de Estados Unidos incluso le vende a su gente enemigos. Durante la Guerra Fría vendió la idea del enemigo socialista, para que sonara más aterrador le decía comunista. Desmantelado el bloque socialista, llegó (¿o propició?) el terrorismo. Hoy, el gobierno de Donald Trump que está por comenzar, con serios cuestionamientos por alianzas inconfesables y por su falta de destreza política, sin un enemigo visible a la mano, decidió construirse y vender uno que mantenga ocupadas a las buenas conciencias wasp: México y los mexicanos. Las consecuencias de este ardid publicitario pueden ser funestas para nuestro país si compra la estrategia de mercado del futuro gobernante, en lugar de actuar como un Estado soberano.
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