Ya es oficial: el loco es poderoso y nos ha elegido de su puerquito. El poderoso imperio estadounidense tiene nuevo presidente y no somos de su agrado. Claro que ni de él en lo personal ni de cerca de la mitad de los votantes de ese país, que también es preocupante.
Cierto que arremete contra todos los “peligrosos extranjeros” inmigrantes, asesinos. Cierto que medio oriente también ha sido sancionado por el tipo, con la diferencia de que ellos están bastante más lejos que nosotros.
Es por ello que México se encuentra en el ojo mundial, pues se ha convertido en el vecino incómodo, productor de morenos y pobres, violadores, borrachos y cuasi terroristas, malandros narcotraficantes, robaempleos que ponen en jaque la seguridad nacional de ese país, abandonándose el histórico gesto de “hermandad” simulada que permaneció vigente desde el desencuentro de la expropiación petrolera.
Millones de connacionales y de otros pueblos del mundo han migrado al imperio y han forjado mucha de la riqueza de un país que se regodeaba en el sueño americano de libertades y tolerancias que siempre pudieron ser discutibles pero que hoy por hoy se encuentra en una borrachera discriminatoria y conservadora que posibilitó el triunfo de un personaje salido de las cañerías del discurso xenófobo, machista y profundamente hipócrita de amplios sectores que favorecieron un discurso y un comportamiento del nivel de Donald Trump.
La intolerancia manifestada le ha resultado altamente rentable en las simpatías alrededor de Trump, ubicada en la denostación y el ataque contra un enemigo fácil de identificar; el paseo cotidiano por un amplio espacio estadounidense encuentra la presencia mexicana como parte de un paisaje que a algunos sectores gringos parece incomodar ya más que nunca, porque sí, andamos por allá muchos más de 30 millones de habitantes con sangre mexicana.
El escenario de crisis nacional derivado de las acciones Trumpianas ha puesto en la discusión las condiciones de nuestras debilidades y fortalezas, de las posibilidades y voluntades de los gobiernos, de sus clases políticas y empresariales, de las circunstancias sociales para responder a las denostaciones y acciones que desde el vecino del norte se articulan en nuestra contra.
Cómo reaccionar, que capacidad tendremos para transformar la indignación y el coraje de forma tal que la descompostura y agresión trumpiana puedan trascender los nacionalismos básicos y convertirse en oportunidades reales para estimular nuestras mejores capacidades y favorecer la construcción de positivas condiciones de convivencia.
Por fin se dijo fuerte y claro, no pagaremos el muro. Si lo quieren hacer que lo paguen ellos. En estos momentos debemos reconocernos en la oportunidad, como diría Lorenzo Meyer, de lograr una segunda independencia, que también lo sepan los pueblos y gobiernos del mundo que ante la amenaza global que representa Trump, hay mucho valor y dignidad en este lado del rio Bravo.
Para muchas partes del mundo México podría ser el primer indignado ante la amenaza global que representa Trump, por ello es que el “bono de la dignidad mexicana” como lo llaman algunos analistas, tiene que servir para establecer con mayor firmeza el multilateralismo como forma de contención ante los poderosos, modificando el acartonado esquema de política exterior seguido hasta ahora.
Y es que por su respuesta, el gobierno federal al que muchos aquí consideramos ignorante, ineficiente y corrupto, hoy mismo es visto en muchos países con simpatía y solidaridad ante las agresiones trumpistas, cuestión que nos puede ayudar para ser un referente de la indignación y la resiliencia ante el imperio, al generar una nueva política exterior que nos posicione de diferente manera ante el fascistoide comportamiento del nuevo gobierno estadounidense.
Tampoco son menores las obligaciones internas para vernos más que el ombligo del nacionalismo ramplón. Esta crisis obliga a la unidad de acciones concretas, no solo del lamento en redes sociales o de marchas que no proponen. Hay que proponerse rebasar las simulaciones tradicionales de los poderes políticos y facticos donde los protagonismos y los intereses pueden trastocar un proyecto, una iniciativa real para recomponer las condiciones de vida cotidiana de nuestro país y construir oportunidades de desarrollo.
Las solidaridades internacionales que se han manifestado y de muchos pero muchos estadounidenses para con nuestro país, nos compromete a plantear una nueva estrategia comercial basada en nuestras posibilidades y fortalezas, en nuestros vínculos con otros pueblos, en un horizonte comercial y de vida que hemos abandonado, omitido, rescatémoslo.
Además, debemos presentarle a Trump escenarios claros de la importancia de lo que significa una buena vecindad con nosotros, ya que el problema que reduce el payaso Donald a migración y comercio tiene otras aristas que sin colaboración mutua podrían revertirse en su contra con temas como seguridad, narcotráfico y venta de armas.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Que la Universidad Veracruzana reciba lo que merece y lo que necesita, nada menos.
Martín Quitano Martínez
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