Al convertirme en jarochilanga, no me preocupó, por las anteriores razones, seguir a Radio UNAM, por lo tanto, no estaba al corriente del discurso de Marcelino Perelló en su emisión Sentidos Contrarios. Es más, tampoco me hubiera interesado. La historia del Movimiento del 68 ha sido de mi interés por muchos años, aunque me tocó vivirla en mi infancia había dos estudiantes, de la UNAM y del Poli, en mi entorno familiar que inclinaron mis votos por los jóvenes estudiantes que enfrentaron a un gobierno autoritario y represor. A ellos debemos una contribución todavía insuficientemente reconocida en el proceso democratizador de México.
Marcelino Perelló no estaba en ese grupo al que yo admiraba. Perelló fue detenido cuando la policía allanó el local del Partido Comunista Mexicano y fue, extrañamente, liberado al poco tiempo, mientras que el resto de los líderes del movimiento permanecieron entre dos y tres años recluidos. Perelló fue acusado de traicionar al movimiento y de hacer tratos con Echeverría. Convenientemente se fue a España poco tiempo después, mientras sus compañeros estaban en la cárcel. Fue un autoexilio, pues de haber querido, el gobierno lo hubiera aprehendido, así que no era perseguido. A pesar de lo anterior, quiso aprovechar su participación en el movimiento y hacerse de una imagen de activista, de redentor social y colocarse en el mismo plano que los otros líderes, cuando ya no era peligroso haber participado en la rebelión estudiantil. El Comité 68 lo desconoce y asegura que “nunca ha pertenecido a la agrupación y mucho menos representa la posición política de la generación del 68”.
Este es el personaje que habla pestes contra las mujeres; el que confiesa haber violado a muchas; haber utilizado a su propia hija como objeto sexual cuando ella tenía cuatro o cinco años y que dice con la mayor desfachatez que “ni se ha de acordar cuando yo le agarraba las nalgas”; el que asegura que a las mujeres les gusta que las violen, por eso se visten con minifalda, porque les gusta que les vean las piernas, “si no les gustara que las violen saldrían con armadura”; el respeto, dice este tránsfuga y vividor del activismo político, no viene al caso porque “las mujeres quieren mostrar y atraer”; “ofende más cuando vas tú (un hombre) con una mujer y la piropean… ahí sí es ofensa para el güey”.
Lo lamentable es que Radio UNAM le haya abierto un micrófono durante 16 años, que después de haber vertido sus lamentables opiniones sobre el caso Daphne (“sin verga no hay violación”, “tampoco eso de que te metan los dedos es para armar un desmadre estrepitoso”) sólo por la presión que se ejerció en las redes sociales, la UNAM haya tomado la decisión de cancelar el programa. Todavía no se ha dicho nada de despedirlo y hay testimonios y material suficiente para hacerle cargos por la vía judicial, con lo cual la UNAM tendría derecho a correrlo.
Benito Taibo, el director de Radio UNAM expresó su indignación por las declaraciones de Perelló diez días después y anunció un comunicado oficial con la postura institucional. Cuando el comunicado salió se dijo que el programa se cancelaba porque las afirmaciones de Perelló eran “contrarias a los valores promovidos por esta casa de estudios”. Ahora el rector Enrique Graue debe demostrar qué tan profundos son esos valores. ¿Destituirá a Perelló? Las autoridades universitarias nos deben más explicaciones a la comunidad de la UNAM y a la sociedad.
El problema mayor es que hay muchos Marcelinos deambulando por el mundo. Los que comienzan diciendo “guapa” y terminan violando, asesinando y dejando cuerpos en pedazos. Los puntos de vista de Perelló que hoy se dan a conocer no son exclusivos de este personaje, son legión los que festejarían sus afirmaciones, empezando por Javier Plata que también debería ser retirado de los micrófonos.
Los puntos de vista de Perelló escandalizan porque tenía delante un micrófono, pero ¿cuántas veces hemos escuchado los mismos argumentos en forma tan vulgar como la de este conductor o más todavía? ¿De verdad les parece todavía una exageración la multa al taxista piropeador? Es el héroe de Perelló.
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