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Veracruz: 500 años (III. La cultura madre) |
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2019-01-31 |
Manuel Ceballos alude al espacio mexicano, en su colaboración inicial en la “Historia de México” que coordinó Gisela von Webser, expresando que en la comprensión de los hechos históricos la relación entre geografía e historia es estrecha y equivale al binomio espacio-tiempo. Y así, nuestro autor afirma que desde los estudios clásicos de Humboldt, Payno, García Cubas, Bassols, Bataillon y García Martínez, así como a partir del estudio y conocimiento de las referencias culturales por las cuales se dan nombres propios a diversas poblaciones, regiones, montañas o valles, “hay uno que lo preside y domina todo: México”.
Y cuando se escribe sobre las primeras civilizaciones de México, numerosos autores son del criterio predominante de que la cultura Olmeca, asentada en Tabasco y Veracruz, fue la “cultura madre” de las civilizaciones más representativas de Mesoamérica; y que, más adelante, ya en el periodo Clásico, fue durante los primeros 900 años d. C. que las ciudades iniciales alcanzaron niveles demográficos -no sin altibajos- y urbanísticos que con el tiempo consolidaron manifestaciones religiosas y culturales florecientes: Tikal, Copán, Palenque, Calakmul, Teotihuacán, el Tajín, Remojadas, Monte Albán, Bonampak.
De los autores que hemos citado en nuestras dos entregas anteriores, González y González (“Viaje por la historia de México”) escribe: “Entre los años 700 y 900 d. C., el mundo clásico se derrumbó: Teotihuacán fue abandonada y las ciudades mayas tragadas por la selva. Los sobrevivientes de las antiguas ciudades se reorganizaron, crearon nuevos reinos y conquistaron nuevos imperios. Esta segunda época de esplendor, conocida como la época posclásica, fue interrumpida por la llegada de los españoles”.
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Asimismo, cuando en la “Nueva Historia General de México” Nalda refiere al periodo Clásico en el México antiguo, anota que más allá de la cerámica, la arquitectura, las fluctuaciones demográficas, los ajustes tecnológicos o la idea de nuevas rutas comerciales: “…existen en la historia del Clásico mesoamericano transformaciones que se han visto como verdaderas catástrofes. De ellas destacan dos: la `caída´ de Teotihuacán y el colapso del Clásico maya. A pesar de ser acontecimientos que se han estudiado desde hace muchos años, aún no hay consenso sobre sus causas, ni siquiera sobre la manera en que se produjeron.
Y aunque hacia el final de esas nueve centenas de años decayeron las ciudades de la cultura teotihuacana y la maya, Mesoamérica se reorganizó bajo nuevas reglas, con lapsos de inestabilidad, con ciudades en situaciones de dominio y contradominio que, generalmente, se resolvían mediante acciones de guerra, sojuzgamiento, tributo y sacrificios humanos, que indefectiblemente se vincularon con los cultos religiosos de los que tenemos memoria pictográfica y monumental de gran valor artístico. La época conocida como el Postclásico vio surgir los imperios tolteca, tarasco y azteca. En líneas gruesas, dice Pablo Escalante Gonzalbo (ídem), que las nuevas ciudades y reinos no fueron un nuevo tipo de civilización de transformaciones profundas, pero si de copiosos movimientos migratorios que produjeron una notable reubicación poblacional, sobre todo en los años 900-1168, debido al repunte del crecimiento absoluto de la población que trajo consigo, a su vez, un mayor número de ciudades mesoamericanas, obras hidráulicas y violencia en forma de guerras. Seguiremos. |
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