Pero si hay algo de lo que el propio Javier Duarte se arrepiente fue, sin duda, el brindar tanta libertad a varios de sus colaboradores más cercanos. Cometió el error de permitirle (a más de uno) sentirse “vice gobernador”, y así, creer que podían actuar en su nombre, hasta en el uso de recursos públicos.
Más allá de si Duarte robó o no a los veracruzanos, el ex gobernador sabe que “se le fue la mano” con algunas de sus “manos derechas”, muchas de las cuales hoy hacen hasta lo imposible por negar su pasado laboral (y de amistad) con él. Varios de ellos, me dicen, no le han buscado o visitado desde que puede recibir visitas en el Reclusorio; “mejor ni me acerco”, piensan.
Sólo hay un tema que de verdad lastima a Miguel Ángel Yunes Linares: la derrota de su hijo frente a Morena en las últimas elecciones. Y el dolor aumenta porque no había forma (históricamente hablando) de que alguien perdiera la gubernatura en Veracruz con más de 1 millón, 450 mil votos.
También duele a Yunes Linares, aunque en bastante menor medida, haber gobernado únicamente dos años. Le tomó mucho tiempo llegar a la silla, y cuando apenas se acomodaba, se vino el tiempo de preparar la entrega-recepción. Para su desgracia, el sucesor no era su hijo, sino un candidato al que hizo ganar AMLO.
Pero a Cuitláhuac García le lastima todo. No logra cumplirle a quien le otorgó la candidatura (y la victoria), mucho menos a los que gobierna. Tal parece que Veracruz le quedó grande, y eso sí duele mucho.
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