No hay orden ni concierto en las acciones de gobierno de Fidel para acá. No hay disposición y menos voluntad de regresar esa grandeza a Veracruz y si, mantener las puertas de par en par a la delincuencia, al crimen organizado que nos tiene de rodillas.
Hemos transitado de lo peorcito a lo deleznable.
Y cuando pensamos que la pesadilla había terminado llega otro peor, uno que hace de la mentira una virtud y del engaño una vocación, uno que es capaz de defenestrar a su propia abuela o embarcar al propio Presidente de la República.
“¡Ya aprenderá!”, gritan sus corifeos mientras ocho millones de veracruzanos no vemos más que tragedias, un estado aterrorizado por la escalada criminal y a un atarantado que nos mal gobierna dando palos de ciego acompañado de otros que son peores que él.
Decenas, centenares de asesinatos, brutales ejecuciones, ataques francamente terroristas como el sucedido en Coatzacoalcos, hoy tierra de nadie, son el pan de cada día.
Sabio, sin embargo –no esa sabiduría y bendición de la que habla el Pejelagarto-, repito, sabio el pueblo, espera que nuestros mejores hombres vengan a gobernarnos.
Ayer, antes de ayer, semanas y años anteriores, los sectores productivos, académicos, la opinión pública en general, han venido mencionando la necesidad de que el frágil gobernador Cuitláhuac García se deje aconsejar, se deje asesorar por la gente sabia, la que ama a Veracruz.
Su tozudez, su ignorancia enciclopédica, sin embargo, se lo han impedido a grado tal que cualquiera que se le acerque con un grado de inteligencia o preparación superior a esa mediocridad, es rechazado groseramente.
Veracruz a la largo de su historia ha sido una veta de prohombres.
Ya mismo ahí enhiestos, presentes en nuestro devenir histórico, aguardan esos veracruzanos de excepción. Ahí están. Presentes para la mejor conseja. Para explicar a nuestros gobernantes nuestro origen y destino. Para aportar lo mejor de sí mismos en favor de nuestra tierra.
Ayer, de nueva cuenta, fue homenajeado un distinguidísimo veracruzano por el Colegio de Veracruz, el doctor Francisco Berlín Valenzuela, uno de los más reconocidos juristas de México, considerado pionero mundial del derecho parlamentario, autor de la credencial de elector que hoy forma parte de nuestra vida, académico, político –a los 28 años fue Secretario General del gobierno de don Rafael Murillo Vidal-, defensor de la libertad de expresión y tantos y tantos reconocimientos estatales, nacionales e internacionales.
Y uno se pregunta ¿Cómo es posible que hombres de tal valía no sean aprovechados por los gobernantes que van y vienen y terminan sexenios en la peor de la ignorancia e ignominia?
Y se vuelve uno a preguntar ¿Hasta cuándo el interés de la república, el interés de Veracruz debe supeditado al interés partidista? Es que, ¿Realmente el sedicente “doctor” Cuitláhuac García es mejor que el señor doctor Francisco Berlín Valenzuela?
Por las pruebas, por los resultados, por el prestigio y por una vida pública intachable del académico y jurista, por supuesto que no.
Y como el caso de Berlín están tantos otros.
Decenas, cientos de veracruzanos notables, de reconocimiento allende las fronteras, de los que no hacen fila y que tampoco esperan ser llamados como es el caso del homenajeado, ahí están.
En vida, legando a las universidades, a su entorno político, a sus amigos y familia su asombrosa sabiduría, su enorme experiencia, su herencia de vida.
Veracruz está por echar a patadas a su gobernador, a montarlo en reversa a un burro y sacarlo por incumplido ¿No sería posible pensar en llevar a la magistratura a uno de tantos sabios como el arriba citado?
No sé.
Creo que ya no debo de fumar esas cochinadas que me provocan sueños guajiros.
Tiempo al tiempo.
*El autor es Premio Nacional de Periodismo
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