¿Es correcta la estrategia de seguridad del gobierno de Andrés Manuel López Obrador? Él afirma que sí, sus adversarios opinan lo contrario. Lo sabremos de cierto al final del sexenio y por lo pronto y al paso que vamos, parece que habrá muchos muertos más.
¿Qué hicieron en aquellos países para alcanzar la paz? Acaso atacaron las causas y a la delincuencia al mismo tiempo con mano firme. La pura fuerza no es la solución. Ni son suficientes los abrazos o llamadas de atención presidenciales.
No hay recetas mágicas y el problema tampoco se resolverá por milagro. Pero de que se puede, no hay duda. Tal vez el secretario del ramo, Alfonso Durazo, o alguien se debe dar una vueltecita por aquellas latitudes para ver y aprender cómo le hicieron para reducir los índices de criminalidad y adaptar las estrategias a nuestro México lindo y querido antes de que crezca más el gigantesco cementerio en que se está convirtiendo.
Soy uno de los 30 millones de mexicanos que votamos por López Obrador y me resisto a pensar que nos equivocamos de tan fea forma. Deseo que antes de concluir el sexenio disminuyan la corrupción, la inseguridad y la pobreza en primerísimo lugar.
Muchos ciudadanos ya se arrepintieron de haber votado por él, según lo han confesado algunos sotto voce. Otros proclaman a voz en cuello su decepción y esperan la consulta para la revocación de mandato.
Los opositores a ultranza gritan indignados:
--¡Se los dije! ¡Este presidente nos va a llevar a la ruina si no lo paramos a tiempo!
En conclusión y parafraseando a Campoamor, según el color del cristal con que se mire, un año es suficiente o poco tiempo para ver resultados. |