Nada puede ir bien en un sistema político en el que las palabras contradicen los hechos. Napoleón Bonaparte
En diciembre los 212 alcaldes de nuestra entidad entregan cuentas de sus quehaceres, en eventos donde la simulación es la actitud que, más allá de las poses individuales, se asume colectivamente por los cabildos mayoritariamente disfuncionales, en donde los acuerdos internos se basan en la contraprestación de regalías a cambio de disminuir o nulificar su presencia real en la influencia que deberían tener en la toma de decisiones del ayuntamiento.
Se acerca el día de presentar el informe anual de actividades del segundo año, de la mitad del ejercicio para el que fueron electos ofreciendo cambiar, mejorar su municipio; están en la mitad de una actividad administrativa y de representación política que, en la mayoría de los casos, poco o nada han hecho que pueda ser reconocido por buena parte de sus conciudadanos.
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Salvo contadas excepciones, en los cabildos y en las áreas administrativas es común encontrar funcionarios de bajo perfil, también personajes sin vocación de servicio o con una idea errónea de sus responsabilidades. El resultado es una dinámica desaseada o insustancial en la gestión pública municipal, empezando por la comodina posición de los ediles, incluyendo los presidentes municipales, ejemplos de malas prácticas y de incapacidad administrativa y política, con huellas de inoperancia u opacidad cuestionables por los daños derivados de la falta de respuesta a los problemas que deberían atender.
Muy pocos alcaldes y cabildos podrán estar satisfechos; los pendientes, el abandono de sus ciudadanos y territorios pueden observarse a simple vista. Sólo los cínicos y las cofradías administrativas que endulzan sus oídos para resguardar sus espacios de poder presumirán sus logros, ahítos de soberbia y patanería. Los persiguen sus verdaderos rostros, más allá de las caras sonrientes que enseñaron en campaña, ofreciendo un imaginario de voluntad y posibilidades que en los hechos demostró estar muy lejos de lo que ahora podemos observar y vivir.
La ineficiencia administrativa, la ausencia de planeación estratégica, la ignorancia de los deberes del ejercicio público, la lejanía hacia sus gobernados, y la protección de intereses facciosos y privados, han sido moneda corriente en dos años de trabajo que no acusa diferencia respecto de ejercicios anteriores. Pareciera que los ayuntamientos siguen sin entender ni dar acuse de recibo de los mensajes sociales, de comprender que en este primer piso de gobierno nuestros problemas requieren mucho más que lo hasta ahora han mostrado.
Han quedado muy lejos de entregar buenas cuentas la mayor parte de los ayuntamientos veracruzanos. Sólo tratarán de esconder sus pésimos resultados desde discursos reiterativos de mentiras, acompañados de fieles aplaudidores por intereses mezquinos. Queda claro que como sociedad nos falta mucho para mejorar la calidad de nuestros representantes, para ello es necesario vigilarles y exigirles más, señalando y castigando en las urnas sus yerros. Pero eso también demanda un mayor involucramiento en los asuntos públicos para trascender el papel jugado hasta ahora y convertirnos en protagonistas de los cambios que necesitamos.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
¿Se darán cuenta que el acarreo, obligatorio o no, en el acto del Zócalo los hace idénticos a los que critican? Cada vez menos diferentes, que pena.
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