“En este órgano, cada uno de los 50 estados tiene un número de electores igual al de miembros con los que cuenta en el Congreso (Cámara de Representantes y Senado), a los que se añaden tres de Washington DC, de manera que en la actualidad se compone de 538. California, con 55, es el estado con más electores.
“Tras la votación popular, se hace el recuento de papeletas por estado. En 48 de ellos y en Washington DC el candidato que alcanza el mayor número de votos se lleva todos los electores que corresponden a ese estado. Solo Nebraska y Maine se rigen por un sistema diferente para distribuir sus miembros del Colegio Electoral: en Nebraska, dos de sus cinco electores se los lleva el vencedor en el estado y los otros tres el que gane en otros tantos distritos; en Maine, dos de los cuatro que tiene son para el ganador en el estado y los otros dos se otorgan por distritos.
“El ganador final de las elecciones presidenciales es aquel candidato que obtiene más de la mitad del total de votos electorales, con lo que en esta ocasión deberá lograr un mínimo de 270.”
Y es lo que van a hacer una vez más, y es la fórmula que repetirá Donald Trump para mantenerse en el poder (ojalá que me equivoque).
Los operadores del Partido Republicano -no me lo crea- al parecer han sido asesorados una vez más por especialistas mexicanos conocidos como mapaches, emanados del otrora poderoso partido en el poder. La descripción de uno de quien los conduce coincide casi exactamente con la figura y el perfil de Fidel Herrera Beltrán, pero no es él.
Cómo hacen el fraude, no lo sé ni lo imagino, pero es obvio que algo turbio hay cuando un candidato que obtuvo más votos personales de los ciudadanos pierde por un arreglo aritmético.
Fue verdaderamente vergonzoso para su sistema electoral que en 2016 la senadora Clinton consiguió 2 millones 800 mil votos más que Trump, y sin embargo este fue declarado vencedor.
Veremos hoy qué sucede.
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