Para no ir muy lejos, en vísperas de las festividades de Todos Santos y Día de Muertos, fue asesinado en Tierra Blanca el doctor Manuel Dimas Cristóbal, excandidato a la alcaldía y quien de nuevo aspiraba al cargo.
El colmo ocurrió la semana pasada. Fue levantada y luego ejecutada a balazos la presidenta municipal de Jamapa, Florisel Ríos Delfín.
Son sólo botones de muestra. Otros políticos comentan sotto voce haber recibido mensajes intimidatorios para obligarlos a renunciar a sus aspiraciones. No presentan denuncia. ¿Por qué? No confían en las autoridades y, por si esto fuera insuficiente, en los mensajes les advierten que si se quejan les irá peor, porque ellos, los supuestos sicarios, tienen “orejas en todas partes”, policía incluida.
El modus operandi es similar en la mayoría de los casos. Envían fotos de familiares de la víctima o simplemente amagan con plagiar, torturar y ejecutar a sus seres queridos, en especial a la esposa o hijos.
El más valiente se arruga o amedrenta ante tamañas amenazas. Nadie en su sano juicio desea arriesgar a su familia… por si las dudas.
Casi todos los asesinados habían sido previamente acosados o presionados. La alcaldesa de Jamapa incluso pidió protección al secretario de Gobierno, Eric Cisneros, según declaró ella misma días u horas antes de su muerte, y como respuesta fue humillada por este funcionario público.
Los crímenes políticos no siempre se aclaran. Se les achacan a la delincuencia organizada, que fue por ajustes de cuentas o por lo que sea, ¡y sanseacabó!
Volviendo al inicio de este comentario, ojalá que la violencia no se acelere más al aproximarse las elecciones del 2021. Que los grupos políticos antagónicos no recurran a la barbarie, que impere la civilidad política, no la ley del más fuerte. Que hablen los votos, no las balas. |