Antes del primero de diciembre se generó una ola de críticas y protestas por lo que, consideraban muchos, era el primer gran error del gobernador electo: La designación como secretario de Gobierno de Rogelio Franco, una persona que –aseguraban- no cubría el requisito establecido por la Constitución local, de poseer un título de licenciatura.
A pesar de esas protestas Franco Castán asumió el cargo, obtenido como premio por impulsar en el partido del Sol Azteca, y defender hasta las últimas consecuencias, la alianza en torno a Yunes Linares. El golpeteo, sin embargo, no cedió, por lo que el propio Rogelio Franco se vio obligado a hacer público su título de licenciado en derecho por la Universidad Veracruzana.
De pronto los cañonazos cambiaron de blanco. Ahora el problema no era que Rogelio Franco tuviera título, sino que la UV hubiera emitido tal documento al vapor.
Tocó el turno a la rectora Sara Ladrón de Guevara y a las autoridades de esa casa de estudios salir a explicar que el documento estaba en regla y que la prontitud en la realización del trámite era “algo normal”.
En medio de esa tormenta, más de uno sugirió que Miguel Ángel Yunes Linares ya tenía listo al sustituto de Franco, en la persona del actual secretario de Educación, Enrique Pérez (ese sí yunista de toda la vida) y anticipaban que el relevo en la SEV sería el actual Oficial Mayor de esa misma dependencia, Abel Cuevas Melo.
Nada de eso sucedió. Una vez aclarado el tema de su titulación, el propio Rogelio Franco dio por agotado el debate y se afianzó en su cargo.
Hoy los que aseguran que el gobernador no está dispuesto a cederle a Franco todo el poder, explican que ya el mandatario estatal optó por el “Plan B”. Este consiste en quitarle gran parte de la fuerza a la Secretaría de Gobierno y transferirla a alguien de todas sus confianzas, como lo es el Jefe de la Oficina del Gobernador, Manuel Muñoz Gánem.
El pasado martes fue publicada un número extraordinario de la Gaceta Oficial del Estado, en el que se da a conocer el Decreto que define las funciones de la Oficina del Gobernador.
Ahí se establece, con otras palabras, que Muñoz Gánem es el Jefe del Gabinete.
Además coordina la realización de proyectos que determine el Gobernador y pone a su consideración los asuntos oficiales vinculados con los tres niveles de gobierno y aquellos que por su naturaleza le corresponda conocer de manera indelegable, y turnar a las diferentes instancias las indicaciones o resoluciones emitidas por el titular del Ejecutivo.
Llevará la agenda del Gobernador, definirá las giras, revisará las iniciativas de leyes, lo mismo que los proyectos de reglamentos, decretos, acuerdos, convenios, contratos y en general, los instrumentos jurídicos que le corresponda emitir o suscribir al Gobernador.
Dará seguimiento, también, al proceso legislativo.
Bajo su mando estarán las aeronaves del estado, la consejería jurídica, la secretaría particular, la representación en la ciudad de México, la secretaría técnica, así como los nuevos institutos de la juventud y de asuntos indígenas.
En pocas palabras, será un vice-gobernador.
No es ésta la primera vez que un mandatario estatal le resta fuerza a su secretario de Gobierno.
Van sólo dos ejemplos:
Al inicio de la administración de Agustín Acosta Lagunes, el peso político, el liderazgo del gabinete, lo tenía el subsecretario de Gobierno, Ignacio Morales Lechuga, por encima del primer secretario de Gobierno, Raúl Lince Medellín.
En tiempos más recientes, en el gobierno de Miguel Alemán, desde la Secretaría de Seguridad Pública Alejandro Montano Guzmán tenía mayor cercanía y mucha más influencia que Nohemí Quirasco.
Todo indica que ese será el papel de Rogelio Franco. Se encargará de atender a los grupos que se manifiesten frente a Palacio de Gobierno, dialogará con los partidos políticos y llevará la representación del Gobernador en eventos sin importancia.
¿Aun así mantendrá su alianza?
Ya veremos de qué está hecho Rogelio Franco Castán.
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