«Si MORENA estuviese gobernando México en estos momentos, la gasolina costaría, cuando mucho, 10 pesos el litro» Fue una de las promesas de (la extensa) campaña que el ahora presidente López Obrador hizo en múltiples ocasiones, esta frase en particular la dijo en noviembre de 2016, cuando el litro de gasolina en México costaba 14 pesos. Hoy, en promedio, el precio del combustible en el país supera los 21 pesos por litro, ya que, después de dos años de administración, no han podido (o querido) reducir los incrementos a los costos de las gasolinas.
Es importante aclarar que el alza repentina del costo del carburante en estos momentos se debe a factores externos, para ser más precisos, a la reciente tormenta invernal que causó fuertes afectaciones en el país vecino del norte y, por consecuencia, al nuestro. Pero también es verdad que, si nuestro gobierno tuviera interés en reducir el impacto al bolsillo de los ciudadanos, hay un par de acciones que podrían implementar para lograrlo.
En términos sencillos, nuestro país importa el 70 por ciento de la gasolina que consumimos desde Estados Unidos, es decir, se la compramos. Esto lleva varios años siendo así, lo que ha generado una gran dependencia hacia nuestro país vecino del norte en la producción y exportación de este carburante. Pero, por la misma razón de que este problema es añejo es que las soluciones también lo son. Durante varios años, expertos, analistas y trabajadores de la industria energética han impulsado iniciativas para mejorar la calidad del producto que consumimos, así como los métodos para conseguirlo.
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Primero está el tema de permitir que las empresas privadas tengan una mayor participación en esto, es decir, abrir el mercado para que la competencia genere costos más bajos y un abanico de opciones más amplia en caso de que una u otra alternativa falle o no sea de buena calidad. Están la energía solar fotovoltaica, la eólica, hidroeléctrica, termoeléctrica, nucleoeléctrica, entre otras, además de las que en la actualidad usamos más, como son el gas y el carbón, que, dicho sea de paso, estas últimas se vuelven cada vez más y más obsoletas.
Aparte de esta medida, desde hace muchos años se ha criticado el subsidio que representa el Impuesto Especial sobre Productos y Servicios (IEPS), pues muy a pesar de que tenga su utilidad, puede y debería reducirse para beneficio de la ciudadanía. En palabras sencillas, este impuesto se regula prácticamente a diario, lo que significa que todos los días representa un aumento distinto, pero todo el tiempo lo pagamos al 100 por ciento. Si el gobierno estuviera más interesado en beneficiar los bolsillos de los consumidores mexicanos que en sus proyectos estatales, podrían reducir el impacto de este impuesto hasta un 10 o 15 por ciento, según expertos en la materia.
Ambas acciones, tanto abrir el mercado como reducir el impuesto mencionado, podrían aligerar los incrementos en los costos de la gasolina por factores externos y, de este modo, también aligerar el impacto en los precios de la canasta básica, beneficiando a la economía mexicana. Pues cabe recordar que, al subir la gasolina, sube todo.
Considero vital que tomemos en cuenta estas apreciaciones al vigilar a quienes nos gobiernan, así como al momento de elegirlos, pues la industria de la energía es el sector que mueve a México y debe volverse un tema de conversación habitual, importante y del interés de todos quienes habitamos este país.
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