Pero en el pecado llevó la penitencia porque la sobreexposición en los medios con un tema que preocupaba a todo el mundo lo llevó a encumbrarse en un momento, y ésa fue su perdición.
El doctor López (Gatell) Ramírez tuvo su momento de gloria y muy posiblemente cayó en el síndrome de Luzbel, pues quiso ser más que su dios.
Pero el lopezobradorismo está asentado sobre la base firme del caudillo inexpugnable, y así nuestro popular doctor terminó por convertirse en un ángel caído, en un juguete del destino, o más bien en un juguete de su Patriarca, que lo obligó a llegar hasta a la degradación.
Porque no es menos que vergonzoso escuchar a ese insaciable papanatas, disfrazado de científico, decir que "el cubrebocas sirve para lo que sirve y no sirve para lo que no sirve”.
Y así cuántas burradas más para tratar de justificar las ocurrencias de su jefe; burradas que quedan consignadas para la historia de la ignominia de este personaje desechable.
Se fue "Gatell" y su nombre y figura se irán difuminando irremediablemente, hasta que quede como una anécdota más en la historia de este régimen tan lleno de incidentes.
Hugo López Ramírez empieza a ser encerrado en el baúl de la historia y no tendrá otra oportunidad.
¿Recuerdan la burlona canción de Adiós Mamá Carlota que el juarista Vicente Riva Palacio compuso para la emperatriz de Maximiliano?
Adiós doctor Gatell, te llevas tus recuerdos. Adiós tus ilusiones. Adiós tu tierno amor...
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