A raíz del notorio avance de la variante Ómicron en el mundo, las medidas restrictivas en los distintos países han endurecido, al grado de negar el acceso de las personas a ciertos lugares o exigir certificados de vacunación para que la gente pueda realizar alguna actividad. Este camino es muy peligroso, por lo que debemos poner especial atención a estas medidas y, sobre todo, en analizar hasta dónde vamos a permitir que se nos obligue a respetar las medidas sanitarias con la fuerza del Estado.
El caso más sonado es el del tenista Novak Djokovic, quien por no vacunarse perdió la posibilidad de competir en el Torneo Abierto de Australia, ya que dicho país decretó como obligatorio contar con el esquema de vacunación completo para poder participar en dicho certamen. El deportista serbio no sólo no cuenta con este requisito, sino que mintió al respecto y, después de ser descubierto, se negó a vacunarse. Por estas razones el gobierno australiano decidió deportarlo y, aunque Djokovic intentó ampararse por la vía legal, la justicia le dio la razón al Estado australiano.
Ahora bien, este caso es muy particular y, por distintas razones considero que esto más bien se reduce a una necedad del tenista de querer hacer su voluntad, sintiendo que por ser quien es, puede saltarse las leyes de un país. Australia puede negar el acceso a personas no vacunadas a su territorio, sí, países de África lo hacen con el tema de la fiebre amarilla y es comprensible, pero ¿hasta qué punto esto es peligroso? ¿cuántas veces en la historia se han negado libertades a la gente en nombre de una supuesta seguridad? ¿nos pueden o deben obligar a vacunarnos o a usar un cubrebocas?
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El debate está polarizado, por obvias razones, pues siempre que se alude a la seguridad de las personas, estas generalmente prefieren sentirse cobijadas por papá Estado a cambio de sus libertades, es decir, la mayoría de las personas se sienten más cómodas cuando alguien más les dice qué hacer y cómo, que cuando lo tienen que hacer por sí mismas. El caso de las vacunas y del cubrebocas no es la excepción, pues cuando algún gobierno (el que sea) anuncia que el uso de la mascarilla es obligatorio, la mayoría lo celebra, porque genera esta falsa sensación de que el Estado los está cuidando, pero no se preguntan: ¿a cambio de qué?
Para poner esto en perspectiva, podemos sencillamente recurrir a otras enfermedades con vacuna, como la influenza, la varicela, el sarampión, el tétanos, etc. Todas estas son consideradas como peligrosas, pues sin vacuna, pueden terminar en la muerte de quien contraiga alguno de estos virus o bacterias, no obstante, el gobierno no te obliga a que te preocupes por tu salud, se limita a invitarte, persuadirte y concientizarte de que eso es lo mejor, pero apela a tu voluntad de estar sano y así debe ser.
En el caso del covid podríamos pensar que, por tratarse de una pandemia, está justificado el uso de la fuerza del Estado para obligar a las personas a vacunarse o a usar un cubrebocas, pero esto no es así, porque cuando un gobierno tiene la oportunidad de obligar a las personas a hacer algo, lo hace, el problema es que no se va a detener ahí, sino que buscará la forma de imponer cada vez más restricciones en nombre de la “seguridad nacional” o de la “salud pública”, la historia así lo demuestra y, quien no la conoce, está condenado a sufrirla de nuevo.
Nada ni nadie debe tener el poder de obligarnos a algo, mucho menos en el uso de un cubrebocas o de recibir un líquido inyectado en el brazo. Además, siempre está la máxima de que, si algo es por nuestro bien, debemos saber por qué nos hace bien, para así tomar la decisión de manera libre y personal. Lo mismo pasa con la obesidad, la diabetes, la hipertensión, hasta la hepatitis es prevenible, pero todo depende de nuestros hábitos de consumo y de cuidado personal, nunca de lo que un gobierno nos imponga o nos deje hacer.
Es por esto que debemos tener mucho cuidado en hasta dónde permitimos que un gobierno nos multe o nos castigue por usar un cubrebocas, más bien, debemos buscar transmitir las ideas de manera libre y transparente, para que, como seres pensantes, podamos entender las consecuencias y los beneficios de portar una mascarilla o de recibir una vacuna. De todos modos, siempre existirá el derecho de admisión a lugares privados, así como la libre elección de las personas de juntarse con quienes más les convenga, apegados a sus ideas, creencias, pensamientos, valores e ideales, pero nunca, repito nunca por medio de la fuerza.
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