¿Kime cuentas?
Sebastian Kim.
 

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Quienes apoyan al movimiento y quienes suscriben con el feminismo actual (cuarta ola) afirman que las multitudinarias marchas y protestas alrededor del mundo visibilizan la inconformidad que existe entre las mujeres con respecto a la inseguridad que viven a diario, el acoso callejero y ahora virtual, y la desigualdad laboral, social y cultural, denunciando que existe una sociedad patriarcal que les impide desarrollar sus vidas en igualdad de condiciones que los hombres.


Existe un dicho actual “antifeminista” (por decirlo de alguna manera) que dicta que: «el principal requisito para ser feminista es ser ignorante», mismo que surge de mujeres y hombres que han criticado que este movimiento en nada se parece al feminismo original o de la primera ola, pues aquél movimiento social se convirtió hoy en uno político, dejando de lado los intereses reales de la mujer, anteponiendo una agenda impositiva que involucra la manera de pensar, hablar y de comportarse de las mujeres y los hombres. En pocas palabras, el feminismo pasó de servir a la sociedad a servir al gobierno en turno.


Basta con cuestionarnos: ¿qué se ha logrado a partir de la implementación de institutos para la mujer?, ¿cuáles son los logros de promover el aborto?, ¿cuántas mujeres se sienten más seguras porque el aborto es legal o porque existe una dependencia gubernamental con la palabra “mujer” en el nombre?, ¿por qué en vez de bajar, la incidencia en los llamados “feminicidios” sólo ha aumentado desde que se catalogaron de esa manera?, ¿hay menos violadores y asesinos que antes de estas implementaciones?, ¿ha mejorado o cambiado el gobierno porque ahora forzosamente tiene que haber la misma cantidad de mujeres y hombres en las cámaras legislativas?, ¿ha mejorado el gobierno porque hay más dependencias a cargo de mujeres?


Y así, podríamos seguir cuestionando exactamente los mismos índices que había antes de la llamada “paridad de género” en los gobiernos del mundo y notar que en nada han mejorado. Esto es por una simple razón que hemos denunciado quienes contrariamos estos movimientos y es que ni la economía ni la seguridad ni la educación mejoran por nuestros deseos personales, tampoco se solucionan legalizando o prohibiendo el aborto, mucho menos se resuelven cambiando las palabras que terminan en “o” por una “a” o, en el peor de los casos, por una “e”.


Son temas reales que requieren soluciones reales, pero, como dije al principio, el feminismo moderno ya no sirve a los intereses de la mujer, sino a los del gobierno en turno, por ello es que desvían la atención de estos problemas reales con enemigos fantasiosos e invencibles como el patriarcado, generando una sensación de victimización eterna, en donde buscan poner a la mujer como un ser inferior e inválido que necesita forzosamente de la ayuda del Estado para abolir la imposición patriarcal que sufren por el simple hecho de ser mujeres.


Pero esto no es nuevo, antes pasó con la clase obrera, luego fue el racismo, después fueron con los indígenas, y así hasta llegar ahora con las mujeres, es decir, entes y bloques políticos están utilizando conflictos reales de la sociedad para dividir a la población en bandos y así, obligar a uno de ellos a recurrir a la “ayuda bondadosa y desinteresada” del gobierno. Pero en todos los casos mencionados, lo único que ha ocurrido es que quienes mueven los hilos de estos movimientos consiguen adeptos que después se convierten en votos para llegar al poder.


En su libro Feminismo pasado y presente, la feminista (real) Camille Paglia dice: «Yo quiero librar el feminismo de las propias feministas. Con lo que me identifico es con el feminismo de antes de la guerra, el de Amelia Earhart, el de Katharine Hepburn, que me produjo un impacto tremendo. En esos tiempos había mujeres que tenían independencia, que tenían confianza en sí mismas y que eran responsables de sus actos, sin culpar a los demás de sus problemas»


La misma corriente la retoma hoy la periodista, historiadora y actualmente diputada en España, Cayetana Álvarez de Toledo, quien en el marco del reciente 8M declaró que no se identifica con el feminismo actual, pues victimiza a la mujer desde su nacimiento y la obliga a pensar que no puede conseguir nada por sus propios medios sin la ayuda del Estado. «No somos un bloque, no somos un colectivo identitario, no todas pensamos lo mismo, no todas somos iguales, no todas nos identificamos de la misma manera. En mi nombre no puede hablar nadie, ni un hombre ni una mujer. Pero, sobre todo, no somos víctimas, porque la victimización es el primer paso al dominio y al sometimiento por parte de otros», expresó en conferencia de prensa.


Otra referencia es la colombiana Mamela Fiallo Flor, activista pro-vida que lleva varios años denunciando las incoherencias del feminismo, siendo ella misma víctima de ataques provenientes de mujeres feministas, quienes la acusan de ser retrógrada, machista o que lo que hace es para buscar aprobación masculina, denigrando su forma de pensar sólo porque es contraria al de ellas.


Y así, muchas mujeres y hombres seguimos denunciando esta agenda dictatorial disfrazada de empoderamiento femenino, que lo único que ha logrado es dividir a la población en una falsa disyuntiva en donde la opinión de una persona depende de sus genitales y de su ideología. El célebre Mark Twain decía: «Siempre que te encuentres del lado de la mayoría, es el momento de hacer una pausa y reflexionar». Ahora que el feminismo está de moda y llena las plazas con multitudes, ahora que se ha vuelto un tema sensible y ahora que cada vez que una persona se atreve a disentir de este pensamiento resulta censurada o atacada, es el momento perfecto de preguntarnos si estamos del lado correcto de la historia.


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