Con esto del nombre desconocido del país, recuerdo que hace muchos años mi compadre Miguel Molina se fue a vivir a Estados Unidos, a un lugar que tenía un nombre muy curioso, porque se llamaba “Pueblo”. Sí, era un pueblo que se llamaba Pueblo. Como si alguien, por ejemplo, le pusiera por nombre a su mascota “Perro” o “Gato”. Pues Miguel vino a Xalapa después de algunos meses y en el recorrido que hicimos juntos por la calle Enríquez se encontró a varios conocidos, como era inevitable en esta ciudad cuando tenía un numero decente de habitantes y más o menos nos conocíamos todos.
En el primer encuentro, un compañero suyo de la Prepa Juárez lo saludó efusivamente:
—¡Quihubo, Miguelito! ¿Qué es de tu vida? Tenía tiempo que no te veía.
—Es que ya no vivo en Xalapa. Me fui hace unos meses a vivir a Pueblo —contestó el viajero.
—¿A Puebla? Uf, la ciudad no es fea, pero está llena de poblanos.
—No a Puebla, sino a Pueblo, un lugar del Estado de Colorado que está cerca de la ciudad de Phoenix —le explicó.
Esa misma conversación pasó casi igual en los siguientes tres encuentros, y Miguel tuvo que aclarar una y otra vez que vivía en Pueblo y no en Puebla.
Cuando nos encontramos con el cuarto conocido se repitió el saludo, le preguntó el amigo dónde vivía, Miguel lo pensó un momento y le contestó, tajante:
—¡En Phoenix!
He ahí por qué muchos habitantes mexicanos de Países Bajos prefieren decir que viven en Holanda, y se evitan las explicaciones.
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