En primer término daría lugar al convencimiento de que fue una negociación pactada con la Federación.
¿Qué más?
La opinión pública haría cachitos al PAN por incumplimiento. El pueblo veracruzano se sentiría altamente decepcionado que Duarte no hubiera sido quemado con leña verde. Y, fundamentalmente, se acabaría la bandera panista al no ver al ex gobernador devolviendo de los dineros sustraídos ilegalmente a las arcas públicas.
Ya mismo el lenguaje verbal de Duarte, su desplazamiento corporal, esa tremenda barba, su protagonismo ante las candilejas que le da ser un reo de talla internacional y la presión y leyenda que se han gestado en su entorno, han dado lugar a una cascada de especulaciones.
Duarte algo trae entre manos.
Lo último, luego de su multi analizada e interpretada sonrisa y complacencia, es su admonición de “Paciencia, prudencia, verbal continencia; dominio de la ciencia y presencia o ausencia, según conveniencia”.
Ello luego de aceptar su extradición.
Es una lectura de tiempos que en política es fundamental. Trasmite confianza tras ser acusado de 19 delitos que imaginariamente lo colocan al menos con 150 años en prisión, pero…
Javier Duarte, y sus abogados ya tuvieron tiempo, mucho tiempo, para preparar la defensa de cara al nuevo sistema penal acusatorio. Las acusaciones de la PGR, dice la defensa, “carecen de sustento jurídico serio”.
Y los señalamientos de la Fiscalía General de Veracruz el propio Duarte los calificó el pasado 17 de junio de “acusaciones infundadas, ligeras, vagas e imprecisas” tras declarar que la actual administración, la de Miguel Ángel Yunes Linares, “es un gobierno fallido”.
.Y puso como ejemplos las acusaciones por el desvío de 220 millones, pero “estos fueron trasladados de una cuenta del gobierno a otra dependencia del mismo gobierno”.
El otro señalamiento es el uso de un helicóptero de gobierno para huir “cuando ya era exgobernador”. No tiene sustento. Es más revira aduciendo que “por el contrario, Miguel Angel Yunes y su hijo utilizaron helicópteros de su gobierno”.
Lo del incumplimiento del deber legal no amerita cárcel; lo de sus decenas de propiedades no es tema de este juicio; tampoco los señalamientos de desvíos por 45 mil millones de pesos y no hay firma atrás que lo hunda por “empresas fachada”.
No son tema en este juicio por delitos de lesa humanidad, desapariciones forzadas, feminicidios, asesinatos de periodistas de parte de su gobierno y su familia está a salvo al declarar la propia PGR que contra Karime Macías y familia no hay delitos que perseguir.
¿Qué pasaría si queda libre?
De botepronto en el imaginario colectivo queda la percepción de que los expedientes estuvieron mal integrados, que las acusaciones carecen de sustento; que hubiera sido preferible la deportación a la extradición para no encorsetar los presuntos ilícitos y que hay complicidad federal.
Aun en la memoria queda esa tan extraña como sorpresiva vista del presidente Enrique Peña Nieto a Guatemala el pasado 5 de junio “para atestiguar con su par Jimmy Morales distintos convenios de colaboración”.
¿Convenios de colaboración? ¿Es que no platicaron el tema Duarte y si lo platicaron a qué acuerdo llegaron? ¿Es cierto que Peña se entrevistó con Duarte durante su breve estancia?
Hay mucha nebulosidad, pero una gran certeza de que la actitud tan echada para delante de Duarte no lo coloca precisamente como un rehén acorralado, menos como alguien que va al cadalso.
Transita de la risita burlona a la filosofía de la meditación; del paso se muestra firme el día de su detención y luego de semanas en prisión aparece con una voluminosa figura con un corte de cabello y barba al estilo mara salvatrucha, echando por tierra que sufre y está flaco, cansado y sin ilusiones.
Él sabe que sabemos que sabe.
Es el dueño de la información. Cuenta con la protección federal. Se aprovecha de la novatez de la Fiscalía veracruzana. De las carpetas a modo de la PGR, de los tiempos políticos y, fundamentalmente, de comprometedores documentos y grabaciones.
No es necio insistir en que Javier Duarte desde el arranque de su sexenio estaba frito con el tiradero y saqueo que le dejó Fidel Herrera, así que desde 2010, platican sus cercanos, empezó a preparar su defensa.
Bien sabía el hoy ex gobernador que si no cuajaba Héctor Yunes, su única puerta de escape era Morena, pero al fallar los morenos, el plan “B” fue concretar compromisos con la federación, huir y regresar a enfrentar la justicia por la vía de una prisión light.
En dos semanas llega al Reclusorio Norte, a territorio donde la SEGOB manda donde se le protegerá y cuidará ya que el señor Javier Duarte vale más muerto que vivo.
Tiempo al tiempo.
*El autor es Premio Nacional de Periodismo |