Nos hemos convertido en individuos y sociedades desconfiadas, temerosas, que se resguardan tras sus puertas en el afán último e íntimo de que detrás de ellas no pase más.
El dolor nacional ante los hechos que nos conmocionan a todos, se ha recrudecido en un sector que requiere mucho más que las alertas de género. El sector mayoritario de connacionales, las mujeres, requiere compromisos sociales, culturales, educativos que desactiven, erradiquen la vorágine de odio y desprecio hacia ellas, presente y expresado en violaciones y homicidios que dejan claro nuestro atraso, nuestro acendrado machismo.
La violencia de género es una práctica común en México. El 63% de las mujeres mayores de 15 años ha sufrido un hecho de este tipo, Se ha tornado un territorio de riesgo donde a diario más de 7 mujeres son muertas y otras más son violentadas o desaparecidas por trata y abuso sexual, todo enmarcado en las condiciones que evidencian la desigualdad estructural en la que viven niñas, adolescentes y mujeres.
En medio de esto el Estado Mexicano ha quedado a deber, las políticas que para enfrentar el fenómeno de la violencia de genero han sido definidas no logran concretarse seriamente y por ende son ineficientes a todas luces, por ejemplo se ha sido omiso en generar verdaderos procesos de capacitación e investigación con perspectiva de género o la preparación de trabajos periciales que brinden el reconocimiento de las condiciones sociales en las que se manifiesta la violencia de género y como se concreta la vía de la justicia para las mujeres.
El contexto que se genera con lo anterior donde la violencia se vuelve la normalidad, donde no solo pareciera que se tolera sino que se alimenta la realización de los delitos es urgente de romper así como desmontar los andamiajes y las complicidades que sostienen a la impunidad.
Es un hecho que en nuestro país existe una verdadera guerra contra las mujeres, el nivel de las acciones, de los hechos que sufren es amplio e intenso, la saña, la brutalidad con la que se acomete en esta espiral de persecución y violencia tiene que tener un alto, deben de darse los compromisos y los hechos concretos desde el estado mexicano y todos sus niveles de gobierno que dejen de ser omisos o cómplices.
No puede continuar la pérdida de nuestros espacios de vida, de la capacidad de salvaguardar nuestra integridad. Se debe actuar con solvencia y responsabilidad legal e institucional, no pueden voltear la cara, seguir siendo ineficaces en la aplicación de la ley, en las investigaciones que detengan y sancionen a los violadores y criminales. Acabar esto es un reclamo social sin cortapisas, es el clamor, es la exigencia, que en medio del sufrimiento y la solidaridad deben unirnos, se debe de plantear permanentemente, ante ello nadie puede estar ajeno.
LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA.
Las queremos vivas, libres y sin miedo.
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