Sí. No valía la perder el tiempo por una diputacioncilla local o federal o una chambita de Secretaria de Desarrollo Social.
El proyecto, sin embargo, no cuajó.
Héctor perdió y la tabasqueña migró al viejo DF, llevándose –según versiones periodísticas no desmentidas- hasta la Suburban que le prestaron.
Pero hoy ya está de regreso.
Quiere, de nuevo, ser Senadora y para ello no recorre las comunidades indígenas que tanto la recuerdan, sino las redacciones y cafetines donde se encuentran los periodistas.
Ella dice tener el perfil que en mucho recuerda a Hipólito Rodríguez quien anduvo a la caza de talentos que ya encontró en la ciudad de México y curiosamente en Tabasco… y cómo no, si Tabasco es un edén.
Pero fuera de cursilerías, las cartas de presentación de esta distinguida aspirante son que en el paleolítico fue primera dama de un gobernador, que llevó bienestar a una generación que quizás ya no existe y que hoy tiene los tamaños, mejor dicho los arrestos, para representarnos en la cámara alta, antesala de los gobernadores.
Y es que si así de sencillo le está siendo alcanzar la senaduría por qué no ir por la grande.
Así, por estos días la aspirante anda muy pegadita al priismo, congraciándose con la dirigencia y acercándose a Pepe Yunes, en la misma proporción que lo hizo el año pasado con Héctor, quien la utilizó como bandera para atacar a su primo hermano, Miguel Angel Yunes, quien jamás respondió a las declaraciones de la dama.
Hasta el momento no hay una explicación histórica del por qué vino la señora Chirinos a reclamar un escaño, la segunda posición federal más importante después del gobernador cuando el 52% de los veracruzanos son mujeres, cuando la discriminación política hacia las féminas es un hecho y cuando la fila para aspirar a un cargo de elección popular o administrativo nomás no avanza.
La llegada de la señora Chirinos más que sumar resta por más que venga recomendada por gente de poder pero de oscuro pasado como Carlos Salinas.
Hoy, en ese raro mundo, Veracruz se encuentra en la encrucijada de cómo deja de ser cuna y cimiente para los veracruzanos.
A nuestros gobernantes y a los aspirantes más les está gustando traerse a los chilangos, les apetecen de sobremanera los poblanos y se sienten muy protegidos y realizados con los preparadísimos tabasqueños.
¿Es que la política veracruzana y sus protagonistas están mutando?
Tal vez. Lo que es un hecho es que algo no les cuadra.
Es acaso el desgaste político producto de la corrupción del pasado y las promesas incumplidas del presente que impiden continuar con la promoción veracruzana.
No se sabe.
Incontrovertible, sin embargo, que la ciudadanía observa. Le disgusta la importación de “talentos” políticos y administrativos de otras regiones y rechaza los experimentos y cartuchos quemados.
La sociedad civil no quiere, en efecto, más ranulfos ni britos, ni chanclas, pero tampoco genios de otras latitudes que vengan a gobernarnos. Y no es chovinismo. El veracruzano vota para que nos gobiernen los veracruzanos no para que nos vengan a colonizarnos los fuereños.
Difícil, sin duda, el tránsito por el que atraviesa nuestra clase política desgastada y descastada particularmente en momentos en que estamos en las puertas de una renovación sexenal en donde si no se escoge de manera adecuada a nuestros representantes populares, la ciudadanía dará la espalda en las urnas.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo |