En la víspera electoral del próximo primero de julio se está gestando un fenómeno social y político muy parecido al vivido en junio de 1997 cuando el PRI pierde por primera vez en su historia 107 alcaldías sepultando el sueño de su dirigente Miguel Angel Yunes, de ser gobernador de Veracruz por aquellos años.
Cuentan los viejos políticos que la génesis de la destrucción del PRI más que culpa del partido lo han sido de sus malos dirigentes. Y sería en 1994 cuando el PRI en Veracruz sufre su primer gran descalabro.
Bajo la tutela de Amadeo Flores en 1994, el tricolor pierde 80 alcaldías dejando una honda huella cuyo registro histórico culminaría con la demoledora derrota en 2017 al perderse 173 presidencias municipales tras la entrega a la oposición de la propia gubernatura en el 2016.
Hoy, todo indica que se regresa en la historia a aquel 1997 cuando el propio Yunes Linares deja la Secretaría de Gobierno para encabezar la dirigencia priista como trampolín rumbo a la gubernatura.
Por aquellos tiempos se recuerda el enorme caudal de recursos que se destinaron para amarrar pueblos y ciudades, ciudadanos y organizaciones, factores de poder y caciques.
Todo, absolutamente todo, se volcó para arrasar.
Todas las armas –al igual que en el presente- salieron a relucir: la del dinero a raudales, las del amedrentamiento y amenazas, las de las promesas de posiciones de poder y el acceso a las arcas públicas, todo.
Algo, sin embargo, ya no gustó a la clase política y a la sociedad civil que ya empezaba a despertar.
Esa arrogancia, el enojo y desprecio de un crecido Yunes Linares quien veía a todos como inferiores, como mozos. Las advertencias de cárcel, el minimizar todo esfuerzo, ese querer hacer las cosas a güevo y que su verdad fuera la única fueron gestando –como hoy- rencores y corajes ocultos.
Las cabezas y organizadores de la maquinaria del carro completo empezaron a gestar en el silencio una revolución silenciosa. Aceptaban las carretadas de dinero –como está sucediendo por estos días en el sur y centro de la entidad- pero, o no se distribuía o comprometían a sus huestes a trabajar en favor de la oposición.
Bajo la mesa se empezó a gestar el cobró del autoritarismo de Yunes quien desde que llegó al gobierno de Chirinos aplastó toda libertad de acción política y de opinión. Atomizó los grupos sociales y combatió hasta destruir todo afán de crecimiento político.
La prensa fue perseguida y exiliada; los sectores de partido condicionados hasta el hartazgo y la ciudadanía –al igual que hoy- azorada ante el incipiente crecimiento delincuencial que sería la puerta de entrada a los carteles del crimen organizado.
La derrota no se hizo esperar en ese domingo negro de junio de 1997.
Nunca se dio cuenta Yunes Linares hasta la hora de la votación ya que la participación fue de un 57.51 por ciento fue definitoria y Veracruz no sólo dejó de ser –tras aquellos comicios- una reserva del voto priista, sino que la oposición PRD/PAN le ganó los municipios económica y políticamente más importantes.
Así, de ser el todopoderoso vicegobernador con la amargura de la derrota y la venganza silenciosa –muy parecida a la que se observa hoy día- transita al desempleo migrando 72 horas después de su fracaso electoral a la ciudad de México.
Se fue a refugiar al PRI nacional para rehacerse y construir dos décadas después la circunstancia política que le permitiría acceder a la mini gubernatura que hoy detenta y que antes de nueve meses habrá de llegar a su fin.
La reconstruye abandonando al partido que le dio todo lo que fue en sus primeros 40 años de vida.
Hoy a menos de 90 días de una inédita jornada electoral federal, estatal y municipal, en Veracruz la historia se repite.
De cara al voto corporativo y pagado de la estructura de poder que quiere imponer al hijo del gobernador, están las nuevas fuerzas de poder ciudadano manifiestas en Morena, está también el escenario del voto cruzado en donde la preferencia ciudadana tiene como potestad y derecho votar por el hombre más que por el partido, en referencia a Pepe Yunes, y tiene a la sociedad civil despierta que observa que los partidos políticos no son los corruptos, son sus hombres.
La estructura de poder hoy le apuesta al abstencionismo y a la chicanada, la ciudadanía al voto de castigo contra los malos gobernantes.
Difícil pensar que Veracruz sea gobernado por la familia Yunes Linares, no los dos años que están por llegar a su fin, sino los siguientes doce años en un estilo y forma que, salvo a los colaboradores, a nadie gusta, el nepotismo.
Tiempo al tiempo. |