El chasco se lo llevaron sus gobernados desde el principio, cuando su flamante alcalde puso en los puestos relevantes de la presidencia municipal a puro chilango y dijo que había actuado así porque éstos “son más capaces” que los xalapeños.
Carente de criterio político exigió que todos los trabajadores del Ayuntamiento tuvieran título universitario. En contestación, empleados de Parques y Jardines le tomaron el Palacio Municipal por dos razones: como medida de presión para que les pagaran sus emolumentos y para decirle al alcalde que si tuvieran un título no estarían cortando pasto.
A los nueve meses de gobierno, su antecesor Américo Zúñiga ya había inaugurado calles pavimentadas y rehabilitado parques, mercados y escuelas. Hipólito no ha hecho nada.
Si Américo conciliaba, Hipólito se embronca y busca culpables como una forma de evadir su responsabilidad. Es decir, no sabe gobernar.
Sin duda el ejemplo más palpable de su ineficiencia son los baches de la ciudad. Hipólito quiere que Pemex le pase la materia prima para bachear, cuando la paraestatal ya no está en posibilidad de hacerlo. Mientras pudo, Pemex dio en donación ese material, pero no es su obligación seguir proporcionándolo.
Como el reclamo siguiera contestó: “Nos atribuyen a nosotros una serie de cuestiones que pues es cierto que tenemos que atenderlas y que es mi responsabilidad y del equipo de trabajo atenderlas. Por supuesto es nuestra obligación que la infraestructura esté bien, pero el hecho de que tantas calles estén mal, no son calles que yo hice, deben de entender que viene de tiempo atrás”.
Ni cómo ayudarlo.
Nadie le atribuye responsabilidad en los baches, le están pidiendo que los mande tapar. Nadie está diciendo que haya hecho las calles, sino que se ocupe, ponga atención y resuelva el problema de los pinches baches.
Pero Hipólito no quiere, se sale por la tangente, dice que hay presupuesto para esa chamba pero no se ve. Los baches ahí siguen… creciendo.
Este lunes, trabajadores de Limpia Pública dieron a conocer que más de 30 unidades tienen problemas mecánicos que se podrían arreglar con poco presupuesto y buena voluntad. Pero el alcalde mira para otro lado y los trabajadores hacen su chamba en unidades sin llantas, sin frenos, sin luces y porque Dios es muy grande.
¿Apoyo para ellos? Nada.
Por eso y muchas cosas más Hipólito se ha convertido en el sujeto más impopular de Xalapa. De ahí mi tesis de que no aguantaría un plebiscito sobre sus primeros diez meses de trabajo (bueno, trabajo es un decir).
Los xalapeños que le brindaron su voto y confianza, lo correrían sin miramientos no sólo de la alcaldía, sino de la ciudad que malgobierna.
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