Dejaron sin ingresos a miles de familias que no lo merecían. Trataron con la punta del pie a todos los que no fueran de su pandilla. Fueron soberbios, arrogantes y displicentes. Pero en el pecado llevaron la penitencia. Al improvisar en los puestos con puros cuates, las dependencias no funcionaron. Los resultados están a la vista.
Ahora que llegaron los morenos, chillan porque ya les pidieron la renuncia. De jefes de departamento para arriba, adiós a quienes vapulearon al personal y creyeron que estarían ahí otros seis años.
A diferencia de hace dos años, los nuevos funcionarios, en su mayoría, han llegado con sencillez y apertura. Nada que ver con los gandallas Yunistas.
Los que se quejan son los que ven perder sus canonjías y aunque no se le desea mal a nadie, pues a cada capillita le llega su fiestecita.
Lamentablemente en estos movimientos, como siempre, en pocos casos están pagando justos por pecadores. Elementos valiosos, no azules, que no fueron valorados.
Pero a los azules que bueno que los sacaron, ya no los aguantábamos. Ahora sienten lo mismo que sintieron los empleados maltratados. Hay un Dios, sin duda.
Sin embargo aún quedan varios azules incrustados en las dependencias, embozados, tratando de ganarse a los nuevos. No deben permanecer, también deben irse y dejar paso a un nuevo comienzo, sin odios, venganzas personales y traumas.
No cabe duda que los carniceros de ayer, son las reses de hoy. |