Del conjunto de autores citados en nuestras entregas anteriores, se puede obtener la apreciación general sobre la Mesoamérica espaciotemporal, homogéneo-diversa, cultural y geográficamente definida: en los años que van del 900 al 1450, señalado como periodo Postclásico temprano, los límites geográficos de esta amplia región central vieron disminuir su frontera norte, ahora “marcada por los ríos Lerma y Moctezuma y una línea que pasaría por el Río Motagua en Guatemala y el Golfo de Nicoya en Costa Rica” (Nalda, op. cit.). El fin del Clásico e inicio del Postclásico estaría caracterizado por “el colapso del sistema teotihuacano”, el “abandono de Monte Albán” y “las guerras de exterminio protagonizadas por las ciudades mayas de la selva”, como lo señala Pablo Escalante Gonzalbo en “El Posclásico Temprano (900-1168)” (op. cit.). No obstante, la magnitud de los hechos documentados no serían de tal impacto que alteraran la circunstancia mesoamericana como para transformarla en una nueva civilización del Postclásico diferente de sus antecesoras. Las migraciones y la reubicación de poblaciones enteras, el indudable crecimiento poblacional y la multiplicación de ciudades, así como un mayor urbanismo y el desarrollo de obras arquitectónicas importantes, tuvieron, en esta época, el añadido de la invasión de pueblos provenientes de más allá de la frontera norte de Mesoamérica: los chichimecas.
Estos grupos eran de origen dominantemente nahua, aunque había también pames y purépechas, y su flujo migratorio norte-centro se orientó hacia los valles de Puebla y Tlaxcala, México, Toluca y hacia la meseta tarasca. El decaimiento de las ciudades “centrales” de la región y la llegada de los grupos norteños chichimecas no debió darse en absoluta paz; y a ello se debe, probablemente, el reencauzamiento de las acciones de guerra y el “espíritu” beligerante que dio un fuerte reconocimiento social, en general, a la clase guerrera (de ahí los caballeros “águila” o los “jaguar”); pero esta característica cohabitó, indefectiblemente, con su contraria equivalente: también estamos ante una época de acuerdos y alianzas (triples o cuádruples), para poder transitar con posibilidades de supervivencia, continuidad o éxito.
La primera ciudad importante del periodo Postclásico es, indudablemente, la Tula tolteca, la Tula del actual Estado de Hidalgo -aunque hubo varias “Tula”- heredera de tradiciones chichimecas y tradiciones teotihuacanas, cuyas relaciones y nexos llegaron incluso a Yucatán donde la refundación de Chichén Itzá refleja la influencia tolteca recibida, en sus diversas manifestaciones arquitectónicas e iconográficas. Con todo, Tula y Quetzalcóatl son el lugar y el dios común que reconocen, de una u otra forma, los toltecas, mayas, mixtecos, tetzcocanos, cholultecas y mexicas, en la Mesoamérica del Postclásico. En particular, no hay duda de que los mexicas consideraban su herencia y linaje directamente relacionados con la Tula hidalguense. Por eso no es casual que la caída de esta ciudad, alrededor del 1200 d. C., señale el inicio del periodo Postclásico tardío que, a su vez, concluye con la conquista española. ¿Qué pasó en el actual suelo veracruzano? ¿qué pueblos imperaron? ¿por quién fueron sustituidos sucesivamente? ¿cómo se vivieron los periodos preclásico, clásico y postclásico? ¿cuál era la situación etnohistórica previo a la llegada de los españoles? Seguiremos. |