Línea Política
Agustin Contreras Stein
 

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Del Centro al Hecho
2019-03-04

EFECTIVAMENTE, fueron unas cuantas horas, entre el desfile de patrullas por las calles de Xalapa y los hechos de sangre que se suscitaron a unos pasos de concurrido centro comercial, el jueves por la tarde de la semana pasada.


Como se sabe, desde hace unos cuantos meses, la capital del Estado, se encuentra en manos de la delincuencia, lo que genera nuevamente la percepción de que es ésta la que manda en la entidad, es decir, es el verdadero poder en Veracruz.


El país, pero de manera particular, la entidad veracruzana, se desmorona poco a poco y se va perdiendo la autoridad y con ella el estado de derecho que debe prevalecer ante cualquier situación de esta naturaleza.


No es casualidad, por lo tanto, que a nivel mundial, se califique al país como uno de los más violentos y evidente ausencia de gobierno, de autoridad, de un verdadero estado de derecho que garantice la tranquilidad en las calles, los caminos, las carreteras y hasta en el propio hogar, porque ahora, la delincuencia ha penetrado hasta en los mismos espacios públicos concurridos en franco reto hacia el cuerpo de policías que  pertenecen a la Secretaría de Seguridad Pública.


Y créanlo, esto no es culpa del fiscal Winckler, aunque también tiene su propia responsabilidad en estos hechos, ya que su función es perseguir a los delincuentes y presentarlos ante las autoridades encargadas de juzgarlos, mientras que la policía estatal, dependiente de Seguridad Pública, es la responsable directa de la prevención del delito.


Así las cosas, nuevamente, la delincuencia, organizada o no, se ha subido a las barbas del propio gobierno y mantienen su presencia en todo el Estado, principalmente en centros urbanos que antes no eran escenario de crímenes o de asaltos, tampoco de secuestros.


Del centro al hecho, las patrullas de la Secretaría de Seguridad Pública, apenas concluido su recorrido tuvieron que acudir, en caravana, hasta el lugar de los hechos, tal y como se pudo observar en las cercanías de la plaza comercial, donde, a unos cuantos metros, se llevaron estos acontecimientos sangrientos del jueves por la tarde


Esto quiere decir, que así como concluían su desfile, tuvieron que salir de inmediato a atender los requerimientos de la sociedad ante los hechos que tuvieron lugar apenas había oscurecido.


Eso sí, no se olvidaron de accionar sus torretas y encender sus luces, con la finalidad de agilizar la circulación, pues a como están las cosas, ya no es común que los ciudadanos les cedan el paso a las patrullas, porque éstas no van, muchas veces, al debido cumplimiento de sus responsabilidades, sino buscando mostrar, simplemente, que tienen suficiente autoridad para hacer a un lado a todos los usuarios de las calles, porque, sencillamente, creen que son los que mandan, mientras los delincuentes abandonan tranquilamente el escenario.


Y la diferencia se establece cuando una ambulancia pide preferencia para pasar, pues es ahí donde los ciudadanos, sin que se les exija, por su propia voluntad, le abren camino, pero a la policía, ya no les hacen caso y menos cuando en plan prepotente quieren llegar a su destino, que bien  puede ser por una emergencia, pero también suele suceder que acudan a servicios que no corresponden a la seguridad pública.


El pueblo veracruzano, no se esta cansando, ya se cansó y seguramente que buscará escucharse, como ya se hizo en comunidades alejadas donde la gente se ha tomado la justicia por sus propias manos.


Lo que aquí comentamos, no es nada del otro mundo, sino al contrario, es una realidad que ya no deja tranquilo a nadie, aunque no tenga nada que ver con los enfrenamientos que se llevan a cabo, pero que pueden ser víctimas colaterales, entre las cuales, podría haber niños, mujeres y cualquier ciudadano común que tiene el derecho de transitar libremente, sabiendo que la propia constitución lo establece, como una garantía que las autoridades deben proteger.


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ESTE CUATRO DE MARZO, el Partido Revolucionario Institucional, cumple años y como regalo, sus militantes debieran estar unidos.


Pero no, para qué, si con noventa años a cuestas, todavía respira e intenta caminar nuevamente por los difíciles senderos de su próxima participación política, para ello hace ejercicios, como la reciente sesión extraordinaria del Consejo Político Estatal, donde tuvo que subir, hasta el segundo o tercer piso del edificio donde tuvo lugar el encuentro político, ayudado con muletas, pero sobre todo, con aliento para seguir viviendo en el escenario político de la entidad.


Y es que llega a los noventa años, sin haber cuidado su salud, cuando pudo, renovando, desde entonces, su propia estructura.


El PRI, llegó a ser el instituto político contemporáneo más importante de México, con una fuerza electoral, basada, precisamente en la unidad de su militancia, así como los acuerdos de su propia cúpula de mando. Así lo hizo durante varias etapas de su permanencia en todo el país, hasta que unos cuantos comenzaron a servirse de sus bondades políticas, destrozando a la gallina de los huevos de oro, y de paso, a todo el gallinero.


Desde luego, en etapas que se ha llevado el viento, México, era un país distinto, con muchas inquietudes y poco desbordamiento de pasiones dentro de la función pública y política.


Y no cabe duda, que se cumple la sentencia de que todo por servir se acaba y acaba por no servir, por eso, con el paso del tiempo, vinieron la rupturas internas y las supuestas necesidades de nuevas organizaciones políticas que se desprendieron de su propio seno.


A noventa años, como dice la canción, camina lento, como perdonando el tiempo. Tiene figura pesada y la edad se le ha venido encima.


Ese es el PRI de nuestros tiempos.

 
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