QUIZA, DE TODAS las renuncias que se han dado dentro de la administración pública federal, la que corresponde al Secretario de Hacienda y Crédito Público, Carlos Manuel Urzúa Macías, sea la más sobresaliente, después de la que se dio en el Instituto Mexicano del Seguro Social, con Germán Martínez. Este caso, el de Hacienda, viene a descifrar públicamente lo que está sucediendo en el gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador, y no precisamente, porque sea en este lugar donde se manejan los grandes recursos económicos de la nación, sino porque evidencia que es precisamente el mandatario nacional, quien toma todas las decisiones, sean correctas o no y que el resto de los funcionarios, solo aparecen como adornos.
La centralización del poder se ha venido dando desde el momento mismo en que López Obrador, no hace caso de nadie y que solamente sus chicharrones truenan, es decir que todo lo que se hace en el gobierno, tiene que ser precisamente ordenado por el Presidente. De ahí que en los Estados de la Republica, se mantenga la idea de que un Coordinador General de todas las delegaciones federales, tenga que acapararlas, sin dejar poder de mando y administración a nadie más. Por eso, los súper delegados tienen todo el poder, equiparable, incluso, al que tiene el mismo Gobernador del Estado, por lo que no han manera de avanzar en los programas y proyectos, tanto federales como estatales, pues hay que considerar que dentro del gobierno del Estado, se trabaja, en gran parte con los recursos que le vienen de la federación.
La señal mas preocupante en este momento, con la cascada de renuncias, mayores y menores, dentro de la administración federal, es que hay debilidad dentro del gobierno y que éste comienza a desmoronarse poco a poco por la falta de coincidencia entre el mando mayor y los mandos medios, de tal manera que pudieran darse, antes de que concluya el primer año del sexenio, otras renuncias que serían como la gota que derrame el vaso, para considerar que México, tiene un gobierno débil, tanto en lo interior como en el exterior, pues ahora resulta que nuevamente el gobierno norteamericano, esta amenazando, de nueva cuenta al gobierno de México, con la imposición de aranceles al acero y al jitomate, cuestión que parecía superada y que como tanto se ha comentado, López Obrador, tendrá que seguir de rodillas ante el Presidente de los Estados Unidos, hasta el final de su mandato.
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Si las cosas continúan de esta manera, López Obrador, se quedará, solamente con su seguidor más cercano, aquél que le aplaude todo al Presidente y que se llama Javier Jiménez Espriú, Secretario de Comunicaciones, quien pudiera, finalmente, cansarse también y decida renunciar, tal y como lo han venido naciendo infinidad de funcionarios federales. Parece que López Obrador, aún cuando está viendo la tempestad no se hinca y eso significa que los caprichos que tiene, seguirá sosteniéndolos hasta que haya terminado su gobierno, pero eso sí, con costo político muy elevado, ya que no le dejará fuerza alguna para el que pretenda sucederlo. De ahí que el mismo Marcelo Ebrard, debiera comenzar a pensar en el futuro, donde ya no se podría colgar tan fácilmente del arrastre electoral de Andrés Manuel López Obrador.
El país se desmorona y aunque muchos mexicanos quisieran que fuera de otra manera, la verdad de las cosas, es que López Obrador, ya con el poder en sus manos, ha venido cometiendo una serie de errores que no quiere, además, aceptar, aún cuando todo mundo se lo dice, tanto que las renuncias que se han dado, son el más claro ejemplo de que las cosas no caminan bien, como tanto lo ha querido hacer creer el mismo Presidente, sin darse cuenta que los mexicanos, ya son adultos en la política y que nadie le podrá seguir creyendo, salvo aquellos apasionados de un personaje que les ha ofrecido esperanzas, pero que no pretende cumplirlas, aunque se lo rueguen todos los días.
La renuncia del Secretario de Hacienda, Carlos Manuel Urzúa, hiere profundamente a la administración pública federal, porque no se trata de cualquier funcionario, sino diríamos que de un segundo mando, después de la Presidencia, aunque este lugar se haya reservado por mucho tiempo a la Secretaría de gobernación, donde tampoco se manda en la actualidad, ya que la función que tenía ha pasado a segundo término, dejando que sea la Secretaría de Hacienda, la que ocupe este reservado lugar de importancia en la administración federal.
Por eso es que México, se desmorona en las manos del Presidente López Obrador, quien ahora depende de lo que digan en los Estados Unidos, sin una presencia internacional suficientemente fuerte. No hay capacidad para defender en el ámbito externo, hasta nuestra propia soberanía, ni tampoco existe capacidad para tener presencia internacional, ya que en la reciente reunión del G-20. López Obrador, no quiso asistir, porque sencillamente, no tenía nada que decir ni que ofrecer, ni qué proponer.
Económicamente, el país, se encuentra en serios aprietos, porque se ha concentrado todo en una sola persona y esa es precisamente, el Presidente de la República.
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ANA, A LA CARRERA.
LA VELOCISTA mexicana, que sin ningún otro mérito que haber alcanzado fama con sus triunfos en el deporte, se llama Ana Guevara, que incursionó en la política precisamente por su destacada carrera deportiva, pero sin talento alguno para la política, donde ha tenido puestos de suma importancia, comenzando por ser Senadora de la República, que cuando debía tomar posesión de su cargo, llegó tarde porque no sabía dónde se encontraba la Cámara de Senadores de la República, en pocas palabras se perdió y parece que así quedó, perdida, para siempre, pues ahora en sus nuevas funciones dentro de la CONADE, no entiende ni papa de lo que es administrar al deporte nacional, de tal manera, que los mismos legisladores, con quienes se presentó recientemente, el han pedido, de paso, que renuncie, porque en materia de administración, no sabe nada.
Sin embargo, sabiéndose respaldada por el Presidente, ha dicho a los Diputados, que ella no se irá de su puesto, hasta en tanto el Presidente, no le pida la renuncia, lo que seguramente no se dará, ya que precisamente López Obrador, se rodea de funcionarios como la Guevara, que no saben nada para poder manejarlos a su gusto y antojo, lo que algunos éticos funcionarios, ya no han aceptado, renunciando a sus respectivos cargos, tal y como ya lo estamos viendo en estos seis meses de gobierno.
Los funcionarios que han renunciado a sus cargos, en el ámbito federal, han sido claros, es decir, que se van porque no encuentran coincidencia con los proyectos presidenciales.
Así, lo debería hacer Ana Guevara, y tal como lo se han pedido algunos legisladores federales, es mejor que presente su renuncia y se sume a los honestos funcionarios que no aceptan imposiciones ni tampoco malas decisiones de las cuales, más tarde, pueden ser directamente responsables.
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SE CUELA, PORTILLA VAZQUEZ.
HA SIDO CLARO el titular del Orfis, en Veracruz, Lorenzo Antonio Portilla Vázquez, que para alcanzar la confianza ciudadana, sobre todo, en el quehacer que lleva a cabo, se requiere hacer las cosas bien y esa ha sido la tarea que se ha realizado en órgano de fiscalización superior, donde a pesar de las críticas y golpeteos políticos, lo que ha destacado es el compromiso que tiene con los veracruzanos, y que se ha cumplido bastante bien hasta ahora.
Al acercarse el final de su responsabilidad, en un periodo de grandes retos, no ha faltado quien le eche el mundo encima, haciéndolo aparecer como un personaje ingrato y de traicionero, no lo han bajado, sin que nadie vea, exactamente, el trabajo que se ha desarrollado en Veracruz, que otras instancias tanto nacionales como del extranjero, están reconociendo, porque ha contribuido al avance en materia de fiscalización con programas que se han diseñado, precisamente, dentro de este ejercicio responsable de su periodo como Auditor General y responsable de tan importante institución.
Bien valdría la pena su continuación en el ORFIS, aparte, muy aparte, de las grillas que lo han querido bajar de su posición que él mismo dice, le ha costado mucho esfuerzo llegar.
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Y MAÑANA, aquí nos encontraremos, si otra cosa no sucede.
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