En un primer planteamiento ante el propio presidente Andrés Manuel López Obrador, se ha destacado la necesidad de imponer a un mandatario que con mano firme regrese la gobernabilidad a Veracruz.
Deberá ser un gobernador de refresco que, con el auxilio federal, meta en cintura a una desbordada criminalidad, ponga límites a los ataques embozados de Miguel Angel Yunes y reactive la economía.
La visita este día de Andrés Manuel López Obrador a Veracruz, amén de la entrega de apoyos a grupos productivos y supervisión de avances de los programas sociales en la zona del Totonacapan, tiene como objetivo fundamental hacer un corte de caja en torno a los sonados fracasos de Cuitláhuac García.
Se hará asimismo un minucioso recuento de la reserva de Morena, de quien eventualmente pudiera entrar al quite y plantearse –de cara a una creciente inconformidad social- la participación de algún externo para ocupar el máximo cargo de representación popular en Veracruz.
El tema es complicado, pero no imposible.
De hecho, ya hubo discretos acercamientos con ciertos políticos de otros partidos que jugaron en coalición en la pasada elección gubernamental, con los cuales se charló sobre una eventual propuesta de participación.
Morena anda a la caza de un gobernador ciudadano, un mandatario para ocho millones de veracruzanos que mantenga a la vera del poder su simpatía partidista y que de manera institucional, permita el juego partidista sin que pierda la batuta rumbo a la consolidación del proyecto planteado para mantenerse en el poder las siguientes tres décadas.
La propuesta política es pues, preservar, a como dé lugar, la tercera reserva electoral con dos millones de simpatizantes hoy sumidos en desánimo ante el pésimo desempeño del gobierno estatal.
Para el inminente cambio de estafeta gubernamental trata en esencia, del arribo de un gobernador, primero provisional y luego sustituto que llegue al rescate de Veracruz.
Para la Federación y su partido hecho poder, la prioridad es, en síntesis, regresar la paz social, poner orden hacia dentro de Morena y parar en seco la inconformidad ciudadana y para ello se requiere de un gobierno aperturista, de un gobernador externo que respete el devenir partidista y que se enfoque en los temas sustantivos de la gobernabilidad.
Y es que tras la masacre de Coatzacoalcos quedó al descubierto la incapacidad de Cuitláhuac García para mantenerse al frente del segundo estado más rico de la república y enclave de los propósitos políticos de Andrés Manuel López Obrador.
El devaneo, la frivolidad, las extrañas prácticas de la cofradía de la mano caída, la ausencia de trabajo político administrativo, así como las pugnas internas de las tribus, detuvieron el carro del cambio.
Por ello y muchas cosas más, el derrumbe de Cuitláhuac pareciera inminente.
Tiempo al tiempo.
*El autor es Premio Nacional de Periodismo |