Cuando escuchamos la frase “Decadencia de un Imperio” normalmente viene a nuestra mente la imagen de algunos Emperadores del Imperio Romano como Caligula o Nerón y otros más cuyos nombres no recuerdo, personajes cuyo delirio de poder los llevó a cometer actos innombrables como crímenes de Estado, donde resultaron asesinados altos dignatarios de la República como Senadores, Generales e incluso Emperadores y herederos de estos; así como la vida desenfrenada de una élite política que, encabezada por el Emperador, eran proclives a grandes excesos, no solo en la comida y el vino sino también en su vida sexual, al protagonizar, como refieren algunas películas y novelas que recrean la época, sendas orgias pletóricas de comida, vino y ¡SEXO!, incluyendo relaciones incestuosas entre hermanos, padres e hijas y de esclavos y esclavas con damas y caballeros de la alta sociedad o Patricios; aunado todo ello a una enorme corrupción de la vida pública; prácticas de las que, siglos después, no fueron ajenas algunas monarquías absolutistas europeas incluso la del Vaticano con los Borgia; razones por las cuales ni Roma ni Francia ni Rusia, han logrado mantener el dominio de los Imperios que en su momento construyeron y tendieron a desaparecer al caer en excesos que no les permitieron recuperar nunca sus antiguas glorias.
Hoy en día la humanidad, aunque ahora está sumamente desarrollada y civilizada no ha podido desterrar vicios y prácticas corruptoras de la sociedad, mismas que se reflejan en la actuación de los gobiernos y sus funcionarios; cuando inspirados por un espíritu de malentendida tolerancia y liberalismo, yo diría libertinaje, se ha caído en muy malsanos y destructivos excesos como el justificar como símbolo de libertad el aborto, el matrimonio homosexual, la plena libertad sexual, la total liberación, permisividad e incluso la promoción desde el gobierno del uso libre de drogas y alcohol, para su uso, no solo medicinal, sino recreativo; además de la altísima tolerancia a todo tipo de expresión sexual como, el lenguaje inclusivo, la normalización del lenguaje obsceno, el travestismo, la negación de la ciencia, el no binarismo, la denominación trans-especie, la cultura Swinger y otros más que a diario nos sorprenden con nuevas denominaciones, además de una cultura de la ilegalidad, la corrupción y la impunidad que pretende justificarse con el cínico argumento de que: “como antes se hacía, hoy le toca a otros, esos que ahora gobiernan, hacerlo también”.
Al respecto destaca, entre lo que antes se hacía ( cosa que no puede ocultarse ni negarse) y lo que hoy se hace, el ingrediente del cinismo prevaleciente en la actualidad pues antes se tenía el pudor de no hacer públicas las conductas antisociales y se condenaban los excesos mediante procesos civiles y penales, además del repudio ciudadano y ahora tal parece que se exhiben con orgullo, como si estuviéramos en el antiguo y corrupto Imperio Romano, todo lo cual hará caer por su propio peso en franca y muy rápida decadencia al actual régimen, pues cientos de años de formación y promoción de una cultura de la legalidad y la decencia no pueden ser destruidos tan fácilmente y estoy seguro que la moral ciudadana colectiva que recibimos de nuestros padres y abuelos terminará por imponerse más pronto que tarde. |