Hace unos días veía en You Tube como algunos personajes de la izquierda se lamentaban de que la derecha estaba empleando ciertos argumentos que eran difíciles de cuestionar, tratando de hacerlos ver como tramposos y abusivos, por utilizar alevosamente planteamientos   universalmente reconocidos para difundir su mensaje y al respecto me hicieron reflexionar que por supuesto, es claro que cuando se habla con la verdad difícilmente puede rebatirse un discurso.

“La verdad os hará libres” es parte fundamental de la doctrina cristiana en occidente y efectivamente es de gran relevancia ir siempre con la verdad por delante, sobre todo en política pues así es difícil equivocarse; pero por parte del público no siempre resulta fácil darse cuenta cuando alguien nos está mintiendo, pues el mentiroso experto y el psicópata  están entrenados para ocultar sus verdaderas intenciones incluso conectados al aparato detector de mentiras, pero es de reconocer, en principio, que verdad solo hay una, y lo mejor es alejarse de ese absurdo relativismo que sostiene que “esa es tu verdad, pero esta es la mía”; cuando es obvio que ante dos visiones diferentes sobre un mismo tema, una de las dos tiene que estar equivocada pues ambas no pueden ser verdad, y el principio para comunicar mejor un mensaje es hablar siempre con la verdad ya que cuando se hace así,  el público de inmediato se reconoce en esta y automáticamente hace click con el emisor y rechaza la mentira, sobre todo cuando se utilizan argumentos demasiado fantasiosos y absurdos, contrarios a la creencia general, al método científico y al sentido común.  .

Cuando hablamos de verdades absolutas científicamente comprobadas es de esperar la comprensión y entendimiento automático del público, sin embargo hay temas polémicos que ni la propia ciencia ha podido dilucidar, como por ejemplo: la existencia de Dios, aunque es de reconocer que  muchos científicos coinciden en que su existencia es la única forma de explicar la creación del universo y por ello se le conoce como fe; o en qué momento un ovulo y un espermatozoide que se juntan empiezan a identificarse como un ser humano, ¿lo es desde el momento de la concepción?, ¿desde que el feto toma conciencia de su propia existencia? ¿o desde que empieza a sentir? Y en eso no ha habido consenso aún, sin embargo, si bien las mujeres tienen derecho a decidir sobre su propio cuerpo, lo que difícilmente alguien puede rebatir, la verdad es que el feto que eventualmente llevan en su vientre es una persona autónoma e independiente con un ADN propio que la hace única e irrepetible y por lo tanto “no es su propio cuerpo”,  un parásito, o una simple bola de células de lo que estamos hablando, como alegan las abortistas, sino el de otra persona que merece respeto y gozar de derechos, en principio a la vida que es el derecho humano básico y fundamental del que derivan el resto de los derechos.

Es por ello que, regresando al tema, la verdad solo puede ser una y por ello resulta irrebatible e incontrovertible y ante ella, como ante la Ley no se puede alegar ignorancia.

Por otro lado cuando las verdades que se difunden no se encuentran respaldadas por la conciencia universal que todo mundo reconoce, sino basadas solo en principios ideológicos, lo que es tan común en nuestra época, resulta muy difícil creerle al político, pues esgrime argumentos como el “No robarás” y sin embargo roba, “no matarás” y mata, y así es válido decir: si este tipo me miente en cosas tan básicas, ¿qué me hace pensar que no me miente en todo su discurso y es en realidad un hipócrita y un mitómano?.

Es por ello que aunado a nuestra creencia de que estamos hablando con la verdad, debe agregarse otro elemento que debe ser fundamental en el político que es el de la congruencia pues como se dice: “hay que ser y parecer”, ya que no bastan las palabras sino además sustentarlas con hechos, es decir que entre el decir y el hacer debe privar la congruencia.

De todo esto se desprende que es viable y necesario decirle a nuestros políticos: “ok maestro …ya te escuché”, ahora, para que yo te crea, “pruébame con hechos tus palabras”