Lo más seguro es que lo ejecutaron y desaparecieron su cadáver. Los muertos no hablan.
Por Javier Duarte ofrece la Procuraduría General de la República 15 millones de pesos de recompensa, cifra tentadora para cualquiera. Incluso para escoltas y demás empleados por muy bien pagados que estén. Lo delatarían sin el mínimo remordimiento y quizás hasta con morboso gusto.
Y una cirugía plástica conlleva riesgos que más vale no correr.
Para blindarse en caso de que planeen eliminarlo antes de que sea capturado y proporcione información comprometedora, necesita –tal vez ya lo hizo—esconder bajo siete llaves y ante personas de su más absoluta confianza, pruebas y nombres de todos los coludidos y beneficiados, responsabilizándolos de lo que pudiera ocurrirle a él y a su familia.
De lo contrario, su vida vale menos de un peso. O sea, nada.
Los momios en este momento se dividen entre quienes apuestan que pronto será detenido o que se entregará, y los que juran que jamás lo hallarán.
No sería el primero en desaparecer sin dejar rastro alguno. Si lo dudan pregunten a las miles de familias que lloran y buscan a seres queridos, que un día salieron de su hogar y jamás retornaron.
En fin, acaso un día de estos se nos informe que fue aprehendido y llevado a la justicia para rendir cuentas y reintegrar lo que a los veracruzanos pertenece.
¿O ustedes creen, amigas y amigos que nos leen, que del prófugo ex gobernador Javier Duarte de Ochoa nunca sabremos su paradero? |