Jay Baer, social-media strategist
Sin restar un ápice a las virtudes intrínsecas de las redes, es lamentable observar que nuestros problemas sociales o económicos, todos, llegan a percibirse o reducirse a anécdotas, exabruptos, quejas o humor negro en las redes sociales. Siendo un medio ciertamente efectivo y veloz para masificar la comunicación de temas y sucesos, resulta preocupante que con la misma velocidad se disipan sus logros, se desvanece su alcance, se desdibuja su efectividad, teniendo las mismas características propicias para la desinformación, para el lanzamiento de hechos falsos o deliberadas mentiras. Hasta las maldiciones y los lamentos se acaban velozmente.
Una consecuencia palpable es que la capacidad de asombro se ha reducido a lo inmediato, a ese momento de lo viral o de lo vigente en las redes sociales. Ahora puede movernos la indignación del compartir los enojos o señalamientos que se muestran en el mundo virtual, la declaración de inconformidad desde los media, donde la exigencia de soluciones para amplios sectores se reduce a ese espacio virtual en el que las manifestaciones se califican por las reproducciones que tenga una imagen, video o nota o a los “me gusta” que consiguen.
La realidad dura de la pobreza, de la violencia que suma pérdidas humanas y dolores infinitos, las corruptelas que dislocan y ofenden nuestra vida social y acorralan a las administraciones públicas, son elementos que deben difundirse por todos los medios, pero deben trascender lo virtual o el lamento que se consume en la inmediatez, conformándose en parte de nuestros agobios que deben rechazarse y enfrentarse con actitudes reales, con acciones concretas, con datos verdaderos.
El proceso electoral por venir es un espacio político y social que refiere una oportunidad para desarrollar campañas con la utilización de las redes sociales sobresaltando las virtudes de personas que acomodarán sus expresiones e ideas para resultar atractivos y conseguir votos.
Sin embargo, la identificación de las mejores iniciativas deberá implicar un paso más allá de la puesta en escena de las redes sociales, la elección de los 212 ayuntamientos veracruzanos debe soportar el escrutinio directo del electorado, distinguiendo entre la información seria de las campañas, las verdades a medias y la difamación, ésta última quizá como táctica para descarrilar adversarios.
Sopesemos con cautela el impacto de las redes como un gran marco de difusión, explosivas como forma de socialización de ideas, de presentación de propuestas y de agilización de información, pero también como el espacio propicio para la desinformación y el anonimato que calumnia, con la tendenciosa insistencia de mentiras que se vuelven verdades y pueden llegar a modelar preferencias y resultados. Los ejemplos los encontramos por doquier, recordemos tan solo a nuestro mal vecino del norte que en su última elección presidencial definió los resultados en gran parte por el extraordinario manejo de mentiras en las redes sociales por el candidato triunfador.
Un deber cívico deberá ser sustentar nuestras decisiones de sufragio en la revisión real de las propuestas y las personas y con ello de las capacidades y las historias personales de cada uno, de los comportamientos y los respaldos de los grupos que se asumen como los mejores para conducir la vida de nuestros municipios, tendremos entonces que valorar las decisiones y desde la sociedad desarrollar un plan de participación y trabajo serio y comprometido para avanzar en la solución de nuestros problemas.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
¿Solo 5 ayuntamientos tendrían quebranto patrimonial? Lo leo y no lo creo.
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