Víctor Hugo
Para desgracia de todos, sus habitantes y visitantes, la otrora Atenas Veracruzana, orgullosa capital del estado, se ha convertido en un pueblo sin orden, sin ley, una ciudad que crece sin control hacia zonas de riesgo, donde cada quien hace y construye lo que le parece en donde le dé la gana, sin rendirle cuentas a nadie.
El desorden y la presión urbana que existe en la capital veracruzana son directamente proporcional a las omisiones de una autoridad municipal ineficaz y autocomplaciente, deseosa de promoción mediática pero poco comprometidas con el control del desarrollo urbano.
Sobrepasada en su capacidad de respuesta, de vigilancia, de supervisión, prefiere dedicar recursos a obras suntuarias en lugar de ampliar su plantilla y mejorar sus procesos, con lo que en la vía de los hechos se convierte en cómplice de la violación sistemática de las normas, pues al voltear la cara y no sancionar al que incumple, viola a su vez su responsabilidad de cumplir y hacer cumplir la ley.
Una ciudad que merece mucha mejor suerte, está perdiendo su equilibrio e imagen y sus espacios verdes públicos, por la incapacidad o complicidad de sus autoridades, pues no ejerce a cabalidad sus atribuciones regulatorias para desgracia de sus habitantes, poniendo en el debate público el respeto de ciudadanos y autoridades a los ordenamientos para el desarrollo urbano.
No es un asunto menor pasar por alto las normas, pues los actos administrativos otorgados en contravención a la ley, son nulos de pleno derecho. No es excusable de su aplicación la ley “porque no me da tiempo”, “porque somos pocos y hay mucho trabajo”, “porque no tenemos el personal técnico suficiente” o “porque andamos en otro acto”.
La arbitrariedad de los actos de particulares fuera de la ley que no son sancionados, las afectaciones a terceros sin actos resarcitorios, la prevalencia de las situaciones de hecho por encima de las disposiciones de derecho, son la vida cotidiana de esta ciudad, dejando al descubierto la crisis de la representación municipal.
Las razones políticas, la suspicacia de contraprestaciones económicas o simplemente la ineficacia y/o la nula vocación de compromiso para con sus responsabilidades, hacen a muchas de las áreas municipales xalapeñas, responsables del deterioro ciudadano, de la prestación de los servicios, que sin duda dañan la convivencia en una ciudad bajo asedio de múltiples factores que favorecen el río revuelto donde los pescadores están teniendo ganancias.
Nuestros espacios de tolerancia pública ante las ilegalidades son muy amplias, los hechos irregulares no son medidos como tales sino en función de su “importancia” de las dimensiones del ilícito; el robar pero poquito es una medida que se ha acomodado a las buenas conciencias dados los incomparables estándares que se nos presentan tan cercanamente.
Es vergonzosa la fatal condición social y administrativa en que nos encontramos, reflejada no solo en los graves y altos montos de recursos económicos o en las afectaciones de todo tipo que se realizan con la omisión y el mal ejercicio de unos cuantos, sino principalmente en esa tarea hormiga que una importante parte de la población maneja todos los días como “su” parte de la tajada y que se ha vuelto una costumbre, disfrutando la impunidad del ilícito que no se sanciona.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
No permitamos que NO nos horrorice el grado de violencia en que vivimos. Evitémosla en cualquiera de sus manifestaciones. Condenémosla venga de donde venga.
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