Es una historia de valor, una historia de verdad. Es la historia de quien en medio de la adversidad creció, se desarrolló y sobrevivió a pesar de los peores deseos de sus adversarios.
Su infancia no fue fácil.
Llegó de la nada, cuando la vida en la ciudad era lisa, llana, donde simplemente todo se desarrollaba en lo plano, en lo más planito. Donde nada más había que salir a barrer y listo.
Eso era tan aburrido. Lo mismo de siempre. Las sonrisas. Los buenos días y el pasar de largo del vecindario ante quien anhelaba un suspiro, acaso una mirada furtiva, aunque fuera de desprecio.
Pero nuestro amigo, hoy fiel compañero de vida, nunca se rindió.
Todo empezó como un simple hoyo para canicas, para las cuicas. Desde ahí observó por años el paso de una generación de jalapeños nacer, crecer, reproducirse y morir. Nadie se acordaba del triste hoyo ni cuan felices había hecho a niños y más niños, sobre todos los pobres que no tenían ni siquiera Nintendo.
Su vida por años no pasó de un pinche hoyo.
Pero un día con los idus de marzo, los calorones, la lluvia; esa intemperie alimentada por los orines y excremento callejeros, la basura ya fermentada que actuaba como ácido, le ayudó a crecer, a desarrollarse y a reproducirse.
Nadie imaginó que ese triste hoyo de no más de un centímetro había crecido, se había profundizado en sus ideales y vocación de ser para convertirse en un señor bache.
Con él su familia, sus amigos, sus vecinos, los de las otras colonias cuyos baches se sumaron hasta convertir las onduladas, pero listas arterias viales, en espectaculares parajes lunares.
Un espectáculo increíble para propios y extraños.
Y como diría la versión corregida y aumentada de “Mi árbol y yo”, tenemos recuerdos mi bache y yo en el límite de mi casa: “Muchos años han pasado y por fin he regresado y el bache ahí me esperaba como se espera a un amigo. Parecía sonreírme como queriendo decirme “mira estoy lleno de nidos”, alguna cursilería así.
En los hechos, fue tal el poder del bache, que empezó a llamar la atención de los jalapeños que sin osar tocarlos ni con el pétalo de una rosa, se decidieron por la alianza.
Así, un buen día, un vecino llegó y sobre el bache de dos metros de circunferencia y uno de profundidad plantó un superhombre de unicel, de esos de la “Liga de la Justicia”.
Otro día, una gentil dama tuvo el buen tino de colocar una maceta coronada por una hermosísima flor de plástico. Un atrevido más se dio a la tarea de levantar un censo de baches, tarea que finalmente abandonó porque eran tantos que ya se estaba poniendo viejo de tanto cuente y cuente.
Así, la “Ciudad de las Flores”, por mandato ciudadano se convirtió en la “Ciudad de los Baches”.
Los autos maceta abonaron al paisaje urbano. La basura cómodamente dispersa en las esquinas de las calles le dio el toque original al paisaje urbano. El viaducto con ese hollín irrespirable pasó a ser una experiencia de supervivencia para niños y adultos en veloces autos y esos 150 bellos parques y jardines que tiene Xalapa, tan desbordantes de roedores y mugre como nunca antes visto, para foto de National Geografic.
Y para orgullo del primer bache, hoy ya graduado a socavón, queda ese histórico de vida.
Cuando da entrevistas, “don Bache” declara que nunca imaginó crecer tanto y que la autoridad lo aceptara y tolerara con tanto beneplácito, que patrocinara su presencia ordenando reparaciones que ¡gracias a Diós! nunca se dieron.
Hoy reconocidos baches, los pioneros, han pensado incluso en crear la “Federación del Sindicato Único de Baches”, asesorados por reconocidos bachólogos, para elevar a mandato supremo una ley que impida que algún atarantado en complicidad con los corruptos como PEMEX, los vaya a tapar o llenar de otras cochinadas que no sean las propias.
Y es que la organización de baches todo lo tiene calculado.
El bache con llantas, el bache con la basura de los vecinos, el bache con letreros, el bache con el auto que ya no pudo ser rescatado, el bache ánimo, que es el que se llena de agua para joder a los autos indeseables, el bache museo a donde cae de todo, el bache del amor, bache mataborrachos… y otros tantos que Dios guarde la hora en que alguien intente taparlos.
Ya por lo pronto habrá de implementarse una campaña de promoción turística en donde se reta al visitante a diferenciar el paraje lunar con Azueta o con Lucio o con 20 de Noviembre en donde te llevas una foto panorámica del escenario bachístico si logras cruzar la avenida sin daño alguno.
Esta es pues, presentada con toda humildad e ignorancia, mi maravillosa historia de un triste bache que empezó como un hoyito de canica.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo |